Sobre el autor

Mi foto
Zaragoza, Aragón, Spain
Sindicalista de UGT Zaragoza entre 1977 a 2006. Periodo en el que fue uno de los refundadores de UGT Zaragoza, Sº de Acción Reivindicativa de UGT Zaragoza, Sº General de UGT en General Motors España, Presidente del Comité de Empresa de GM España, Sº General de UGT Metal Zaragoza, miembro del Comité Confederal de UGT y formó parte del Comité Europeo y Mundial de General Motors .

viernes, 31 de octubre de 2014

Cataluña, la política sin fin

La posible separación de Cataluña del Estado español esta causando una gran preocupación en el país. Si llegara a ocurrir sería un autentico desastre político, económico, social para Cataluña y para España. En mi opinión, las personas que no lo entiendan así están desinformadas y sumamente equivocadas; por lo que yo les recomendaría, que mediten con detenimiento lo que podría suponer. Sabiendo de antemano, que la izquierda y el movimiento obrero-sindical es internacionalista. Lo mismo que el deseo separatista de allí, ha sido siempre propio de la burguesía catalana y de nadie más.

Consecuentemente, ¿para qué tanto apoyo de las clases populares a este acontecimiento? Lo hacen porque entienden que sería beneficioso para sus intereses, sin pensar seguramente en la evolución negativa empresarial y para el empleo que podría tener. El aislamiento de la Unión Europea si se llegara a dar, les llevaría a un considerable retraso. Y, por descontado, las clases media y trabajadora sufrirían las  peores consecuencias. De modo que sensatez, por favor. 

Lo cierto es, que el país se encuentra en una situación bastante delicada, por la ofensiva separatista del Presidente de la Generalidad de Cataluña, Artur Mas, junto con su partido Convergencia Democrática de Cataluña (CDC); con el principal apoyo, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y su presidente, Oriol Junqueras. A buenos analistas les he oído decir, que el problema catalán lo veían tan grave que para ellos no tenía solución, dando a Cataluña por perdida sin remedio. Hasta he escuchado comentar inquietudes bélicas que se podrían producir, recordando las guerras yugoslavas de 1991 a 2001. Un amigo me manifestó, que se vayan, que se vayan ya, porque tengo un hijo de 18 años y no quiero que su vida llegue a correr peligro. Lo dicho puede parecer exagerado, pero son inquietudes de lo que por el problema catalán la gente llega a tener en la actual circunstancia.

Sin embargo, los catalanes no son los únicos culpables de este ilógico desaguisado. Todo obedece a la falta de acuerdos entre los gobiernos catalán y central, así como por el nulo liderazgo y poca resolución del Presidente Mariano Rajoy. Sin dejar de censurar el interés electoral del Partido Popular, porque haciéndose fuerte en el anticatalanismo existente, ganan votos en el resto del país. Aunque por su irresponsabilidad política, la nación española se pueda llegar a empequeñecer. La culpa de lo que acontece la pueden tener al 50% los separatistas catalanes y los separadores madrileños, al no parar estos de ensuciar en vez de limpiar las relaciones con aquellos.     

Hace años un viejo amigo socialista me dijo: “Yo soy autonomista en la medida que lo es mi partido”. Hoy yo puedo decir lo mismo, en relación a la posición con Cataluña del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en su ámbito federal, cuya aportación al Estado de las Autonomías español la refleja bien. Si bien defiero de las tesis que viene defendiendo el Partit dels Socialistes (PSC); como el derecho a decidir en el marco de la legalidad, cuando para el profesor Bernardo Bayona Aznar: “La secesión no es un derecho”. El segundo partido esta integrado orgánicamente en el primero. Pero  dispone de una corriente interna excesivamente nacionalista, que duda y se desvía de lo que es y debe ser la filosofía del buen socialismo. Entendido este, como método y compromiso de unión con todos los habitantes más desfavorecidos de la tierra, sin ver fronteras divisionarias. Ni pretender tener más privilegios que los demás españoles, por el hecho de vivir en un lugar diferente sea este más o menos solvente.  

Lo primero a puntualizar es, que los impuestos los pagan los ciudadanos no los territorios. Es decir, que si todas las personas aportan las mismas tasas, han de recibir del Estado iguales servicios. Por lo que no cabe pregonar en voz en grito: “España nos roba”, como los independentistas catalanes hacen para calentar el ambiente separatista. Dado que es insolidario y de mentes exclusivitas repetir la canción: “Cataluña aporta a España más que lo que recibe”. Y si es así ¿qué? Deben pedir más al Gobierno central, si lo percibido en los presupuestos no es suficiente para atender las necesidades sociales, al mismo nivel que en el resto de los territorios. Claro es, llevar como cerilla de agitación exclusivamente la aportación del territorio es antipolítico y antisocial. Lo mismo podrían argumentar tres comunidades más y no lo hacen.

El nacionalismo es una política que no tiene fin. Siendo ese un defecto insalvable.  Queremos la autonomía, téngala usted. Y se tendrían que disolver, pero no. Ahora deseamos la independencia y en caso de lograrse, después Barcelona aspiraría a ser primero autónoma y posteriormente independiente de Gerona o de quien sea menester. Al igual que en establecimientos de Barcelona, no hay anís La Castellana por sus rivalidades con Madrid. Los de Huesca, agradecieron comercialmente que la cerveza La Zaragozana se llamara solo Ámbar, por piques con Zaragoza. Se acabaría diciendo esa montaña es mía. Al menos he conseguido tener la piedra que en su día tropecé.  

CIU y ERC están jugando con fuego, al hacer saltar de pronto la fiebre del independentismo, manipulado con lo que llaman el derecho a decidir por medio de un referéndum, que ha sido prohibido por el Estado por anticonstitucional, lo cual Artur Mas respeta y obedece. De todas formas, los independentistas están llevando el conflicto demasiado lejos. Llegar a plantear que se quieren ir de España es demasiado arriesgado y chulesco. Si tienen diferencias la negociación es la vía de solución. Con exabruptos y metas irrealizables no avanzarán. En Aragón también  podríamos  plantear la secesión, si por ejemplo el Gobierno Central no financia la reapertura del ferrocarril de Canfranc para pasar a Francia. Esto sería descabellado y en Aragón nunca se hará, entre otros motivos, porque sus habitantes están orgullosos y encantados de ser aragoneses y españoles en la misma proporción. 

Si la autodeterminación de Cataluña se llegará a plasmar, la Comunidad de Aragón al quedar limítrofe con el nuevo país independiente, obtendría ventajas que hoy no tiene. Se construiría su demandada Travesía Central, para conectar directamente por ferrocarril España con Francia, dando salida a las mercancías del Corredor del Mediterráneo y al tráfico de personas. Un estudio de la Societat Catalana contempla: “El efecto frontera y la deslocalización afectarían gravemente a su economía y tendría un fuerte impacto en el crecimiento, el empleo, las finanzas públicas y el sistema bancario. Los flujos comerciales de Cataluña con el resto de España se contraerían un 45%”. 

Este informe -que pretende dar la réplica a las favorables afirmaciones separatistas que hace la llamada Assemblea Nacional Catalana- puntualiza, que “el 16% de los catalanes perderían su empleo” por la secesión. Un 75% sería por el efecto frontera y el 25% restante sería por la caída de las inversiones, aseguran. El informe deja claro que “Aragón es el primer cliente catalán, con compras por 11.500 millones al año, seguido de Francia a la que Cataluña vende 9.800 millones”. Ciertamente, parte de las salidas económicas de la separación recaerían en Aragón, beneficiándose en materia de empleo y desarrollo inversor. Pero aún así, yo prefiero y deseo la continuidad de Cataluña dentro de España. Y, me opondré, a todas las corrientes que la quieran fragmentar.

No obstante hay que desdramatizar. Me da la sensación, de que en el fondo la apuesta no va en serio. Llegando a pensar, de que solo se trata de movilizaciones reivindicativas de protesta, como si fuese una huelga, para sentarse con mayor fuerza en la mesa de negociación con el Estado cuando llegue el momento, que sin duda llegará. Únicamente así, entendería la posición de los sindicatos catalanes defendiendo el derecho a decidir, haciéndole el juego al independentismo.

No hay que obviar, que con el montaje secesionista CIU y el Ejecutivo catalán tratan de tapar otras vergüenzas, como son su fracaso en política económica, los recortes antisociales que como buen partido conservador realiza. La eliminación de servicios sanitarios, las carencias en educación. La pobreza y la falta de medidas sociales para paliarla. El paro y la marginación a la que se somete a la clase trabajadora.  

Al juego separatista, hay que quitarle todo lo que tiene de efecto electoralita para CIU, ERC, PP. Si Artur Mas y Oriol Junqueras son tan independentistas, ¿a que diablos es debido, el que no se pongan de acuerdo para hacer una candidatura conjunta e ir a las elecciones autonómicas plebiscitarias, que vienen asegurando que les darían la cobertura necesaria para declarar la independencia por si mismos, si obtenían mayoría absoluta? La causa es que los dos quieren encabezar esa hipotética candidatura unitaria, para seguidamente postularse como Presidente de Cataluña, el que sea el primero del escalafón. Por tanto, ¿qué ocurre? ¿Qué les importa más su ambición personal, que la propia independencia de Cataluña, que tanto dicen amar? En fin, todo podría ser una gracia del Club de la Comedia, si la desfachatez de estos dos personajes no fuera tan seria.

De todas formas, la relación elecciones plebiscitarias y acceso directo a la independencia, tal como se asegura; hasta en mí ha producido alguna inquietud. Ahora bien, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, aclaró mis dudas al declarar: “Vamos a ir a unas elecciones que serán otro engaño. Las llaman plebiscitarias, pero yo no sé lo que es eso. Sé lo que son unas elecciones generales o municipales. Las plebiscitarias no salen en la Constitución, ni en el Estatuto, ni en la ley Electoral. No es verdad que seremos independientes. Se puede intentar una declaración unilateral, pero al día siguiente sería suspendida y ningún país reconocería a Cataluña. Las elecciones plebiscitarias son un intento de tapar un fracaso”. Gracias Miquel.

A pesar de todo, yo vengo considerando que a Artur Mas hay que ayudarle dándole una salida. Él tiene sobrados motivos para quejarse, a consecuencia de la impugnación constitucional que el Partido Popular -con Mariano Rajoy a la cabeza- hicieron del Estatuto de Cataluña, una vez ratificado en referéndum por la población catalana. Eso no se hace y menos habiendo más autonomías en iguales circunstancias (como la valenciana), a las que no se les hizo la misma objeción. Eso estuvo fatal y ahora se pagan en gran medida las consecuencias. Para salir de este galimatías, en Cataluña hay que aplicar una política de Estado, porque España y Cataluña merecen que se haga así. El PSC está dispuesto a asumir el coste político de apoyar a Mas. Esto para mí supone un gran avance. 

¿Qué va a pasar? Nada. Algo tan espectacular y sin efecto como será ver -si se hace- el 9 de noviembre votar a mucha gente en cajas de cartón, en una votación sucedánea, como se intuyó que ocurriría. Y según sea el resultado de participación, se tensarán  más o menos los arcos para empezar la siguiente contienda electoral; porque la misma será inevitable, si continúa la actual alianza entre CIU y ERC. Quedando todo en papel mojado, porque se seguirá mareando la perdiz, con declaraciones fastuosas y hechos anticonstitucionales que no llevaran a ningún sitio, aunque incrementarán el malestar ciudadano de dentro y fuera de Cataluña. Sería como volver a ver girar la rueda de la ruleta, con la bola parando siempre donde no hay premio.

¿Cómo puede acabar? CIU ha de optar por gobernar con el apoyo de ERC, o por medio del soporte que le prestaría el PSC dejando de hacer un tipo de oposición concreta. Con esta última alternativa, CIU podría acabar la legislatura gobernado hasta 2016, evitando elecciones prematuras. Con lo que podría haber dos años para acordar con el Estado una solución definitiva, modificando la Constitución en lo que proceda y el consenso permita, tal como Pedro Sánchez y el PSOE plantean.

El Problema de Cataluña es que tiene malos políticos y malas políticas. Pero la queremos tal como es y no es por un interés economicista, sino porque a los españoles el corazón nos late así.


31.10.2014                                   Fernando Bolea Rubio
                                                             Sindicalista

viernes, 17 de octubre de 2014

Pobreza laboral y trabajo decente

En tres años de Mariano Rajoy, se ha hecho realidad y popular la frase “pobres con empleo”, que oí pronunciar por primera vez a un sindicalista aragonés. Son necesitados con trabajo: Sobre todo los jóvenes, muchísimos mayores, así como una elevadísima parte de las trabajadoras y trabajadores españoles debido a los recortes salariales que sufren. Como resultado del calamitoso contexto laboral en que la crisis y el Partido Popular han dejado el país.

Así, este excesivo e injusto retroceso, debería ser tenido como un vergonzoso castigo para el mundo del trabajo, reaccionando éste en consecuencia. La presidenta de honor de ATTAC, Susan George, acaba de asegurar: “Los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin rebelarse”. En agosto de 2012, yo ya escribí aquí que podríamos ser un campo de pruebas del capital gobernante, en su contienda de ir desmontando el Estado del bienestar en la Unión Europea.

Sonrojo, pena, enfado, me producen estas abusivas calamidades que sufren tantísimos asalariados. Con padres que dicen: ¿Para que he luchado yo, si principalmente lo hicimos para que nuestros hijos vivieran mejor que nosotros y están teniendo empleos esclavistas? Es verdad, a los jóvenes los han convertido en simples autómatas del trabajo, quitándoles por su inseguridad contractual... hasta la dignidad de protestar. Únicamente les queda emigrar o mendigar un trabajo y hasta en él. De modo, que esto se tiene que acabar, sin pérdida de tiempo.

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, dice: “Deberíamos afrontar juntos el problema del trabajo, es necesaria una gran coalición entre el Gobierno, las empresas y los sindicatos”. A mí me parece muy bien, porque toda la vida he creído como mi sindicato UGT, que el diálogo y la negociación son la mejor solución. Aún sabiendo que, a muchos empresarios españoles les cuesta aceptar lo nuevo y la realidad de los tiempos, dado que no entienden que los sindicalistas también queramos a las empresas. Si bien deseamos, que sean seguras y justas para los trabajadores.

El primer ministro francés, Manuel Valls, ha dicho: “Amo a las empresas”. Lo mismo podría decir yo, al igual que cualquier buen sindicalista, siempre que la organización del trabajo, la estabilidad laboral, los salarios, sean acordes con la aportación que los trabajadores hacen. ¿Qué no hay empresas así? Ya lo creo que las hay. A las que no han llegado a tanto, hay que hacerlas rápidamente tan humanitarias como productivas. El procedimiento de puesta en práctica podría ser, por medio de esa gran coalición que con acierto Pedro propone. El empleo se crea en las empresas, ¿cómo los sindicalistas no las vamos a querer?

El nuevo ministro de Economía francés, Emmanuel Macron -al que sus oponentes llaman “social-liberal” y “socialdemócrata”, vaya contradicción- afirma: “Hay que repensar uno de los principios de la izquierda, según el cual la empresa es el lugar de la lucha de clases”. Hoy, sin duda, voy a parecer algo afrancesado y flojo en la contienda empresarial; pero en este caso, yo estoy de acuerdo con él. En mi ideario sindical, hace mucho que opte por cambiar el Sistema de Confrontación por el que yo llamo de Participación Compensada de los Trabajadores en la Empresa. Considerando, que las partes económica y social de las firmas han de unir y superar sus diferencias, con el criterio  “gana-gana” en “zonas de interés compartido”, por medio de relaciones laborales de mayor consenso y confianza y menor conflictividad laboral.

Estas ideas, se podrían añadir a la solución del problema del trabajo, que el secretario general socialista propone, al aumentar la competitividad y la rentabilidad empresarial; a la vez que el empleo, las mejoras salariales y de condiciones, la estabilidad laboral de las personas. Por lo que voy observando, la implantación mayoritaria de esta nueva cultura empresarial y sindical, tiene todavía mucho recorrido por hacer. No cabe duda, de que la gubernamental reforma laboral de 2012 (de la que el Presidente Rajoy tanto presume cuando viaja), ha paralizado sobremanera y muy negativamente los avances que anteriormente había en este sentido. Cabe hasta decir que, por culpa de ella, se ha producido un lamentable retroceso, de la que debe ser la auténtica modernización de las empresas y del sindicalismo español.

De otra parte, los ciegos mentores de la teoría de reducir los salarios españoles para ganar competitividad exportadora; por fin, se dan cuenta de su error, al comprobar que han arrinconado la demanda interna. Defendiendo ahora la Organización para la Cooperación y Desarrollo (OCDE), que los sueldos españoles empiecen a mejorar tras años de recortes como forma de fortalecer el consumo y la recuperación. Siendo de la misma opinión, la Organización Internacional del Trabajo (OIT); después de que en agosto de 2013, recomendó “bajar los sueldos españoles hasta el 10% en dos años, para crear empleo”. En todo caso, el director general de esta última, Guy Ryder, hoy indica: “No creo que sirva para nada bajar más los salarios en España”. Así pues, la realidad y la coherencia se empiezan a imponer. Razones estas que como una lámpara, iluminarán las mesas de negociación.

Al Secretario General de MCA-UGT, Carlos Romero, le he oído decir en Zaragoza que, la recuperación está lejos y que no habrá recuperación hasta que no haya recuperación en el empleo. Que el “empleo no se crea con subvenciones, se crea con demanda”, por eso es necesario mejorar el empleo y los salarios. Afirmó categóricamente, que es el “momento de subir los salarios” un dígito más, sector por sector y empresa por empresa (la subida salarial media esta en torno al 0,55%, por debajo del 0,6% recomendado). Alegó, que es el momento de vincular el salario a la productividad, no al IPC real, en parte por su tendencia negativa; sólo por eso y coyunturalmente, a mí me parece bien. Razonó, que la industria tiene que recuperar el poder que tenía, alcanzando inicialmente un 20% del PIB en 2020. Demandando socialmente, el reconocimiento del papel de los sindicatos en la sociedad, más la defensa del hecho sindical en la Constitución. Todo perfecto y así se lo dije.

Actualmente, los sindicatos y la patronal están negociando un nuevo acuerdo para el empleo y la negociación colectiva y en el horizonte se ha fijado la idea de poner fin al ajuste salarial. UGT, CCOO y CEOE se han sentado en la mesa, con la idea de que a partir del 2015, los convenios colectivos deberán reflejar el fin de la recesión y recoger incrementos en las retribuciones. Pactándose estas, en cada uno de los sectores y empresas en función de la recuperación de la actividad. Lo que me parece magnifico.

Sin embargo, continuamente acechan los malos pensamientos patronales interesados. Ya han saltado voces como la del socio de Cuatrecasas, Salvador del Rey Guanter, que quieren cambiar la estructura del salario, al declarar: “En España el problema ha sido que teníamos un tanto por cien de salario fijo muy alto comparado con el variable -en función del rendimiento y objetivos- que era demasiado escaso. Ahora esperamos que con la reforma laboral, podamos tener un nivel de variabilidad en los salarios mayor al que teníamos antes”.

Por lo anterior y lo que he oído comentar a empresarios, mucho me temo que en algunas negociaciones, la estrella del momento sea el salario variable en detrimento del fijo y seguro, que querrá introducir la parte empresarial. Hasta puede ocurrir, que se proponga que todo el incremento sea variable, lo que no se ha de admitir nunca. El variable, ha de estar ligado a objetivos de participación de la plantilla en mejora de la calidad, de sugerencias, de ahorro del despilfarro; pero en una pequeña parte y con la idea de subir más de lo habitual los incrementos. Por ejemplo, si la reivindicación sindical de 2015 fuera de un 1,5%, perfectamente se puede acordar un 1% más como incremento variable (1,5+1=2,5% en total), como consecuencia de los objetivos obtenidos por la colaboración. En un artículo de abril, incidí en esta cuestión.

Así todo, yo pienso que la fundamental idea sindical tendría que ser, pelear con mucho tesón por la recuperación del poder adquisitivo perdido, en el menor tiempo posible. En eso, el sindicalismo alemán esta dando un buen ejemplo. Los salarios reales en Alemania subieron entre abril y junio de este año un 1,2% en términos interanuales, al incrementarse los salarios nominales un 2,3% mientras la inflación avanzo un 1,1%. Sin embargo, como su planteamiento sindical a día de hoy es también la recuperación de lo devaluado. En julio de 2014, el sindicato IG Metall solicito un incremento salarial del 5% -con  manifestaciones en la calle y carteles alusivos al número que me hicieron recordar sus históricas demandas por las 35 horas-, porque en los últimos años los salarios se les han quedado desfasados en relación al coste de la vida. En esto los sindicatos tienen un buen aliado, el Bundesbank. Aquí, no esperemos lo mismo del Banco de España.

La OCDE calcula que en España las reducciones salariales durante la crisis han sido de alrededor de un 2% anual. Solo con una caída del 10% de manera general y bastante más en muchos casos, ¿cuántos años se tardarán en recuperar el poder de compra perdido? A un 2% por año serían cinco hasta el 2020 y con menos cuantía se podría llegar al 2025. De ser así, habrá que recorrer antes la carrera, porque la clase trabajadora española no debe soportar una década más, las penurias salariales y de inestabilidad laboral del presente.   

En resumen: acción, cautela con el variable y recuperación del honor salarial, en la reconquista del trabajo decente.


17.10.2014                                              Fernando Bolea Rubio
                                                             Sindicalista

viernes, 3 de octubre de 2014

Más socialismo español en Europa

La socialdemocracia europea no es casi nada y se tiene que levantar. Partiendo de la evidencia, de que la derecha y el capital eran localistas y la izquierda internacionalista; cuando ahora es al revés, en nuestro perjuicio. El que poco más o menos, se haya perdido ese principio de unión sin fronteras de las clases populares, no tiene explicación. Lo cierto es, que la derecha se impone con suma facilidad en toda la Unión Europea, sin que haya excesivo interés, en que exista un bloque socialista opositor y ganador bien organizado y fuerte, en cada uno de los países y de modo general.

Si los luchadores de antaño vieran el estado en que se encuentra su ideología, cogerían los palos de las banderas rotas y los actuales dirigentes avergonzados no sabrían que decirles. ¿Cómo les iban a explicar, que las terceras vías medio derechistas que se han practicado han sido un fracaso? Suponiendo además para el socialismo, una salvaje fragmentación en reinos de taifas, con mando individual en plaza, del tipo “sálvese quien pueda” y el “último que cierre la puerta”. Más, una sombra de desconfianza general de difícil recuperación. Quedando una duda a dilucidar, ¿se quiere de verdad recomponer la idea del socialismo universal y metas similares, o para algunos partidos con la poca unión y entendimiento que hay es suficiente, para no adquirir mayores compromisos de solidaridad internacional?

Del socialismo europeo nació y se propagó el Estado del bienestar que, actualmente va revocando el neoliberalismo gobernante, ante la pasividad de la Internacional Socialista que parece no existir. Por tanto, así no se puede continuar. De una vez, hay que tomarse muy en serio erradicar esta infernal dinámica de acorralamiento, usurpación de derechos, malas condiciones de vida, en que los pueblos europeos se ven sometidos, sobre todo en el sur. Defendiendo a las clases bajas e intentando situar a las altas en la grandeza de la justicia social.

¿Pero por donde empezar? Veamos el contexto general. El siempre admirado socialismo francés, esta cruzando por verdes praderas al gobernar y oscuros túneles por su gestión. Como resultado, de recortes públicos exigidos por Alemania-Bruselas, dado el poco vigor de la economía gala; principalmente, por la causa ajena de la fracasada política económica que en la Unión la derecha impone. Y, debido también, a las dos almas ideológicas que históricamente conviven en su seno. Una de socialismo de gobierno y de gestión, junto a otra de protesta y descontento. Con razones una y otra, si bien sin suficientes consensos entre ellas; y a su vez, demasiado afán de hacer públicas sus diferencias, para desorientación de la población y perdida de estimación hacia sí.

Como dice el secretario del Partido Socialista francés, Jean-Christophe Cambadélis, “siempre ha habido dos culturas de izquierda en Francia: una que predica la reforma, la otra que quiere tener el monopolio de la protesta”. Para Jean-Marie Colombani, “los socialistas franceses están pagando caro el no haber querido hacer nunca el aggiornamento (puesta al día) ideológico que los demás han realizado”. “¡Hay que ser socialistas antes que marxistas!” se dijo aquí. Es extraño, el que no sepan bien, si son socialistas (democráticos, claro) o socialdemócratas, cuando estos dos conceptos a todos los efectos significan lo mismo. Así, las consecuencias son pésimas para el socialismo-socialdemocracia francesa.

En mi opinión, no toda la culpa de la caída del socialismo francés, la tienen las reformas que se hacen -calificadas de neoliberales por unos y negadas de que lo son por el Gobierno-, sino que hay que valorar otras variables.

Por obtener el 51,63% de los votos en la segunda vuelta, el socialista François Hollande es presidente de la Republica Francesa, desde el 15 de mayo de 2012. Sumando como tal 28 meses tan solo. Y, en ese corto tiempo, ha cambiado a su primer ministro y éste al ministro de economía. A más de que entre sus parlamentarios, se han organizado los que se autodenominan “les Frondelirs”, -los contestarios-, de la tendencia de protesta al uso. Los cuales, amenazan continuamente con abstenerse o votar en contra de las propuestas del primer ministro, Manuel Valls, llegando a cumplir sus ultimátums, en un clima de  sensación de inseguridad política permanente. Lo que se traduce en pérdidas de valoración popular de los líderes, puesto que el 80% de los franceses desaprueba la gestión del presidente, mientras que otro 56% no respalda la del primer ministro; con un apoyo del 59% y el 63% respectivamente de los simpatizantes socialistas. 

Para mí es magnífico, que la izquierda socialista francesa exista y que luche con empeño por sus ideales; aunque la sensatez y lo bien hecho no le quitaría valor a su política más social. Yo pienso, que nuestros vecinos socialistas deberían proceder con más criterio unitario, lavando asimismo lo sucio y separativo en casa. Hollande trata de influir en Merkel en contra del austericidio económico de ella, mas todo es infructuoso. ¿Hollande y Valls -que acaban de perder la mayoría en el Senado- harán caer aún más el socialismo francés? Me temo que sí, porque por una u otra razón, no hacen lo que prometieron y eso no se perdona. Por estos y más motivos, dejemos a los compañeros  franceses allí, aclarándose entre ellos, ya que en relación a ser antorcha socialdemócrata para los demás territorios, de momento les falta luz e intención impulsora.

De los socialdemócratas alemanes, igualmente gobernando -pero en coalición con los democristianos de la canciller Angela Merkel-, en el criterio de aumentar la organización y el empuje socialista europeo e internacional, se debe esperar poco. El efecto de su política influye en Alemania, con la implantación del salario mínimo, la jubilación a los 63 años. Sin embargo, su aportación al resto del socialismo, seguirá siendo nula, si la política económica que desde ese país se dicta y los poderes neoliberales ejecutan, sigue siendo la del dogma de fe merkeliana de no gastar más de lo que se ingresa. Sin ningún criterio keynesiano, de estimular la economía cuando desfallece. Como Barack Obama ha hecho en EEUU. Y, en Europa, sin el influjo negativo del norte, se tendría que hacer.

De los socialdemócratas italianos decir, que de la unión de los tres principales partidos de la historia republicana: El Partido Comunista Italiano, la Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano; nació el Partido Democratico, de centro izquierda, por su cultura socialdemócrata y social cristiana. Su líder, Matteo Renzi, es el actual primer ministro italiano y un político a tener en cuenta, a pesar de tener algún defecto antisindical a corregir. Él no quiere seguir la senda de la austeridad. Se niega en redondo a tomar como ejemplo a España: “Me dan ganas de reír”, afirmó. Quiere cambiar Italia en los próximos 1.000 días. Asegura, que su Gobierno “no puede imitar a otros países europeos reduciendo el sueldo a los trabajadores”. En materia de reforma laboral, su modelo es el alemán y no el español. Los sindicatos lo esperan, porque no quieren ceder en los derechos históricamente adquiridos. Con el Partido Democratico y Matteo Renzi, habrá que contar.  
       
El socialismo portugués y el laborismo británico, encabezan las encuestas para ganar sus respectivas elecciones el próximo año. Lo cual, si se une a los Estados que ya se gobiernan; se puede decir, que la socialdemocracia y la izquierda europea van acumulado fuerza, para con unidad y nervio cambiar la actual “Europa de los mercaderes”, por una “Europa de los ciudadanos”, tal como en su día se pretendió.

La socialdemocracia española esta viviendo un nuevo tiempo, con el recientemente elegido secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, al que las clases media y trabajadora tienen que aupar hasta la presidencia del Gobierno en 2015; para bien, de la inmensa mayoría de los españoles. Si fuera así, la Internacional Socialista recibiría un fuerte impulso, al poderse unir en los debates de Bruselas, las socialdemocracias: francesa, alemana, italiana, española, y hasta quizás, la portuguesa, británica, más otras con incidencia también.

Cabe la sugerencia, de que Pedro Sánchez y el PSOE, empiecen ya a jugar un papel más determinante en la socialdemocracia europea; no siendo España vagón de cola, sino máquina motriz. Para el trío, Manuel Valls, Matteo Renzi, Pedro Sánchez, el mitin conjunto que recientemente dieron en Italia... ha de ser el principio de una buena amistad. A su manera, el colega alemán, Sigmar Gabriel, algo hará.


3.10.2014                                                                               Fernando Bolea Rubio
                                                                                Sindicalista