Ahora al deseado recorte salarial del 20% que la Unión Europea y los cómplices del capital pretenden para España, lo definen como: Muchacho, no pidas tanto salario, que tu no sabes lo baja que tienes la productividad. Pero, no ganarán la ofensiva. El movimiento sindical esta más preparado de lo que creen y superara este nuevo obstáculo sin dificultad, a pesar de las falsedades que se publican en contra, a veces más por desconocimiento que por manipulación.
En mi actividad sindical, los periodistas que he conocido son grandes profesionales y personas honestas. Si bien, los medios de comunicación como tales, deberían ser más pluralistas al informar y opinar, dado que en general van perdiendo esa condición, notándose en ellos cada día más las manos financieras y bancarias que los sostienen. Que le vamos a hacer, hay jefes para todo. A mayor enemigo, mayor victoria. Animándose el partido, con lo que decía un jocoso empresario: “Los datos hay que torturarlos hasta que canten lo que tu quieras”.Y a esto se dedican muchos como deporte de élite, en el país y en la Comisión Europea. Antes los ricos y los recoge pelotas -sus acólitos neoliberales-, jugaban con raquetas de madera; hoy se entretienen, dando de comer salarios de los pobres a los mercados, a ellos mismos; sin mencionar para nada ni reprobar lo suyo: los precios de los productos, los beneficios empresariales, ni los desorbitados salarios de los altos ejecutivos. Que yo sepa, ningún periódico, ni emisora de radio, ni TV, ha censurado una sola vez, estas cuestiones.
Es muy fuerte, la verdad. Las clases populares y los trabajadores españoles y europeos están acorralados; pero no indefensos y sin animo de superación. Joaquín Sabina sabiamente ha dicho: “La batalla en Europa, brutal, es contra el Estado de Bienestar, contra la socialdemocracia, contra los sindicatos. Y la están perdiendo”. No, no se perderá, al menos del todo. Queda mucho por decir y hacer al tener la razón, la fuerza del trabajo y el poder del consumo, si todos estos componentes se combinan bien.
A los trabajadores no les gusta que se les hable de productividad, porque ellos suelen padecer en sus espaldas lo que los malos ingenieros solo dibujan sobre el papel. No significa trabajar más, sino mejor. Las empresas necesitan mejorar constantemente la productividad para ser rentables y seguras. La mejor medicina contra la recesión es, mejorar la competitividad empresa por empresa, ganando mercado exterior. Solo progresa económicamente un país si son competitivas sus empresas.
A estas reflexiones personales añadiré las del Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, que en diciembre de 2004 afirmo:“La productividad, es un fenómeno que tiene una doble dimensión, porque efectivamente, permite producir con menos mano de obra, y por otro lado, mantiene un nivel de disminución relativa de precios, esencial para mantener las cuotas de mercado”; agregando: “Es necesario mantener un conjunto de políticas de competitividad basadas en la tecnología, en el desarrollo de la investigación y la innovación, en el desarrollo de métodos de la organización de la producción, como fórmula alternativa de un concepto de competitividad, que no puede estar exclusivamente basada en la moderación de costes salariales”. Bien, así es.¿El ministro seguirá pensando lo mismo? Pienso que sí y por tanto ha de estar en el lado sindical, diciéndole al no improductivo muchacho de la historia: Sigue que vas bien y dile a tu anticuado censor que aumente la inversión y la innovación que así, los dos ganareis más. Cada día más baratos ¡NO!, pero cada vez más competitivos ¡SÍ! La productividad no reduce empleo, al incrementarse con ella el volumen de fabricación. Queda claro, pues, que el mundo del trabajo asume y defiende la productividad bien aplicada; pero no a modo de lanza mortífera, o como simple patraña de reducción salarial que tal es el caso.
Alemania quiere acabar con la legislación y las practicas que vinculan el incremento salarial a la inflación, como básicamente ocurre en España. La canciller alemana, Angela Merkel, defiende un sistema de aumentos saláriales basados en la productividad y los resultados de las empresas; llegando a pedir a los socios del euro, que supriman las cláusulas de revisión salarial. En definitiva, que aquí como primera condición, cada año se venga a perder un 2% de poder adquisitivo, para restar al fin político del 20% del sueldo a devaluar. No tiene otro propósito, a no ser que esta señora no conozca las altas y desproporcionadas tasas de inflación que sufre este país; sin que el señor: “reformas, reformas, reformas, saneamientos...” del Banco de España diga nada a tal efecto, porque tendría que censurar los precios y los beneficios, lo que sería ingrato para él.
El mayor lastre empresarial y de la economía española no son los salarios, sino su desorbitada tasa de inflación, que en periodos de crecimiento dobla la registrada en la zona euro. Por lo general, en vez de un 2%, un 4%. Así, el coste laboral se incrementa anualmente más en España, sin que de ello se beneficien los trabajadores con mayor poder de compra, aun con la cláusula de revisión, al subir a la par el coste de la vida; mientras que los precios de venta de los productos exportados, se suelen elevar a la mitad de lo que lo hace el coste laboral, al regirse los mismos, por la inflación del resto de la UE que es donde se exporta y vende; en algunos casos, hasta el 90% de la producción. Además, a dos puntos más cada año, en diez se tendría que empezar de nuevo la cuenta del 20% de devaluación salarial pretendida, puesto que ya se habría fundido su efecto; o si la diferencia salarial entre una empresa Alemana y otra española fuera de un 30% menor aquí, en quince años sería igual, siendo los asalariados españoles igual de pobres que ahora, al no obtener ningún beneficio por ello. Este fue uno de los mayores problemas que tuvimos que sortear sindicalmente en GM España, cuando en 2005, evitamos la deslocalización de la fabricación del modelo Meriva a una planta de Polonia (con salarios bajísimos allí), que hubiera causado la desaparición de media fabrica.
Pero aún se abre otra variante. Si también se han fijar los salarios en función de los resultados de las empresas como se sugiere, habrá que establecer un sistema que controle muy bien los beneficios, como segunda condición. En realidad no se tendría que inventar nada nuevo, basta con que se copien en España los llamados Aufsichtsrat, los Consejos de Vigilancia alemanes –compuestos por representantes de los accionistas y de los trabajadores-, que con tan poco placer vería el Gobernador del Banco de España, tan mal amigo él de estas cosas progresistas, como sería este método de cogestión. Desde luego, el que algo quiere algo le cuesta. Que no piense nadie, que se toleraría un cambio salarial con pies de barro, como sería dejarse llevar sin certeza, por las cifras de beneficios que se tengan a bien declarar. De todos modos, una cosa es la cogestión y otra la codirección. Con la cogestión las partes son autónomos y pueden proceder en línea crítica. Son elegidos cada cuatro años. Solo pueden intervenir en temas de personal, lo que incluye evolución económica y política salarial. Los sindicalistas alemanes de los consejos si reciben una retribución por esa función, la entregan después voluntariamente a organizaciones humanistas y sociales, sin animo de lucro.
En todo caso, esta disyuntiva sobre salarios con inflación o productividad, hace años que el sindicalismo la ha debatido y superado, fijando su posición por medio de las organizaciones sindicales internacionales y aplicándose en los países con ligeras variaciones. El criterio es simple y justo. Tanto en Alemania como en España se utilizan las dos variables, la de inflación y de la productividad; por el hecho, de que si solo se empleara la inflacionista, el incremento de la productividad repercutiría en el rendimiento de la inversión, y ha de incidir en los salarios, al objeto de que los trabajadores participen también en el crecimiento de la riqueza.
Y así, en las reivindicaciones saláriales alemanas, aplican la formula: Tasa de inflación, más aumento de la productividad, más lo que llaman aumento real de la renumeración. De esta manera, en 1999 (año que ellos me citaron como modelo), con una inflación del 1% y con un aumento de la productividad del 3-4%; el sindicato IG-Metal solicito en ese país un incremento salarial del 6,5%, pactándose los convenios en un 4,2%. En concreto, obtuvieron un 3,2% por encima de la inflación y de lo que se hubiera logrado entonces en España, con el hoy perseguido procedimiento de inflación y cláusula de revisión. En los últimos años, el liberalismo de ese país, otras circunstancias, más la crisis mundial, han frenado los salarios reales. No obstante, este mes, Volkswagen ha subido un 4,2% los sueldos en Alemania. En SEAT han pactado para el 2011 el IPC real más el 0,2. En definitiva, en la empresa alemana posiblemente mejoraran su poder adquisitivo un 2,2%, porque la inflación será baja; mientras que en la española aun siendo de la misma compañía y aunque la inflación suba mucho el salario, únicamente mejorarán su nivel de vida en un 0,2%. Por el juego de las inflaciones, para la compañía el coste laboral entre unos y otros puede ser casi igual; sin embargo, por esa perversa inflación descontrolada, los trabajadores españoles no recuperaran prácticamente poder de compra.
En España la configuración de la negociación colectiva es similar, después de que se introdujera por primera vez el crecimiento de la productividad, no solo el de la inflación mediante revisión para pactar los salarios, en el Acuerdo Interconfederal para la Negociación Colectiva del 2002 (ANC-2002). El texto decía lo siguiente: “Puede haber incrementos superiores a la inflación prevista dentro de los limites derivados del incremento de la productividad”. El 10 de enero de ese año publiqué un articulo titulado: “Salarios y productividad”(Periódico de Aragón) donde destaqué las ventajas de este avance, después de haber participado activamente en el sindicato, para que se introdujera en la negociación colectiva española esta interesante novedad, la cual descubrí en Alemania en los foros sindicales que participé. En el hoy en día, AENC 2010-2012 (Acuerdo Interconfederal para el Empleo y la Negociación Colectiva), se contempla que el incremento salarial sea hasta el 1% en 2010, entre el 1% y el 2% en 2011 y de entre el 1,5% y el 2,5% en 2012. Poco supone, la verdad. Es consecuencia de la crisis, aunque si la inflación se dispara de nuevo, estos incrementos pueden suponer con la revisión un 3%, un 4%, quien sabe.
Según la Secretaria de Acción Sindical de UGT, se está cumpliendo con la moderación salarial en el conjuntos de los convenios, ya que el incremento salarial medio pactado hasta diciembre de 2010 se sitúa en el 1,31%; mientras que la subida media de la inflación anual se ha establecido en el 1,8%. Un 53,16% de los convenios ha contado con cláusula de garantía salarial; si bien, un estudio de las cláusulas de revisión pactadas, demuestra que un 42,84% de los trabajadores con convenio cerrado en 2010 han perdido capacidad de compra. Por eso son tan necesarias las cláusulas de revisión o garantía. Para Malo de Molina del Banco de España: “Las cláusulas salariales son un residuo, un obstáculo que no permite la suficiente flexibilidad en los salarios. La mayor parte de los países europeos se las han quitado de encima, las tacha de inflacionistas”. Por su parte, Toni Ferrer ha afirmado: “Lo que busca el Banco de España y no se atreve a pedir es un recorte de los salarios”.
Hay que puntualizar que la trilogía: inflación prevista, productividad y cláusula de revisión, se ha venido repitiendo en España durante siete años, en todos los acuerdos interconfederales firmados y con la misma redacción inicial de 2002. En 2009 no hubo pacto. No figurando esa condición en el AENC 2010-2012, al constar la declaración de que se llevará una política de crecimiento moderado de los salarios que permita el mantenimiento y recuperación del empleo, y que contribuya a la reactivación económica. Con la afirmación, de que los criterios para determinar los incrementos saláriales deberán ser objetivos y tener en consideración las realidades especificas de cada sector o empresa. En total, que no recoge relacionar los salarios con la productividad, debido a que con la necesaria moderación salarial por la crisis y el alto desempleo, en estos tres años se ha optado solamente por garantizar con la cláusula de garantía el IPC real de los sueldos, eliminando temporalmente los crecimientos del nivel de vida establecidos; al objeto de fomentar la reactivación económica, el empleo y la estabilidad laboral.
Con este hecho, ¿No se demuestra suficiente responsabilidad sindical? En los malos tiempos, el sindicalismo español sabe estar a la altura de las circunstancias. Y, en los buenos tiempos, será justo que las trabajadoras y los trabajadores ganen más. A los sindicatos españoles, nadie ajeno les tiene que marcar su política, porque es fruto de muchos años de cultura social y económica, tanto en el ámbito nacional como internacional.
De todas formas, si la señora Merkel y el ejército liberal español, siguen soñando con la productividad y los salarios como único matrimonio a bendecir, tal vez les haga cambiar de opinión los datos del ciudadano Miguel Boyer, que en un magnifico articulo titulado “Ni perezosos ni improductivos”, publicado en El País el 17.2.2011, dice:“El tópico de la baja productividad de los trabajadores españoles es una generalización errónea del estancamiento que esta tuvo en el periodo entre 1996 y 2002, dominado por la inmigración y la ocupación en el inmobiliario. Pero el crecimiento del PIB por ocupado español fue más rápido que el de Alemania y el de Italia entre 1982-1993 y, de nuevo, entre 2004 y 2009. Y, en 2009, la productividad por ocupado española, estaba entre el de Alemania y el de Italia. En 2010, la productividad por asalariado fue del 2,4% en el conjunto de la economía y del 6,6% en la industria”. ¿Qué le parecen estos datos... señor Fernández Ordóñez, se viene a negociar el convenio del metal?
24.02.11 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista