Oigo poco ruido. El temporal esta encima y las campanas
dejando de tocar. Una insufrible comisión de expertos bancarios vende paraguas
pro pensiones privadas, sin el eco de rayos ni truenos. A estos bancos yo no
los quiero. Les dejas un euro y te quedas sin él. Desde hace mucho, España más
que una democracia es una bancocracia y no se oyen tambores de oposición. Aguantamos callados,
una embaucadora campaña más de optimismo económico, marca Partido Popular,
mientras la crisis tiene forma de “I”, no de “L”, ni de “U”. Por todo,
Rubalcaba cae a los infiernos electorales con los socialistas mudos, como si no
fuera con ellos. El Presidente Rajoy da miedo por su incompetencia e ideas
gastadas y no se grita. Hay fiscales que en vez de acusar, obedecen. Para
Carlos Elordi: “El Rey no manda. Pero es un poder fáctico. Enorme”. Y,
tampoco... nos inquietamos.
Para mí, todo tiene una
explicación. He llegado a la conclusión, de que España es ya el país del miedo.
Yo me negaba a reconocerlo, pero ya no. Se aprecia todos los días, por la
paralización general de la población ante el ocaso que sufre. Había llegado a
pensar que a la juventud le faltaba ideología y criterio social. Que los
jóvenes eran gente que se sentía muy a gusto en su pellejo y poco más. Siendo
acomodadizos y seres que la derecha manejaba a su voluntad, por su afán
monetarista, contrario al bonito principio de solidaridad con las personas de
su misma e inferior condición y clase. Pero no. La causa es menos grave, porque
esas desviaciones de la ética y los ideales serían irremediables. Sólo se trata
de miedo. Del miedo que han infundido en jóvenes y mayores, en todas y todos,
la banca, los principales empresarios y hombres de negocios, los poderes
fácticos con presencia regia, junto a cuatro políticos malos. El magnífico
libro: "¿Quiénes mandan de verdad en España?", del mismo Elordi,
abrirá más los ojos al que lo lea.
El neoliberalismo español,
europeo y mundial, esa máquina que destruye el mundo, está haciendo un test de
resistencia antisocial de los habitantes en el Sur de Europa. Cuando acaben la
operación con nosotros, irán a por los Estados del bienestar alemán y del
resto. Que estos vayan tomando conciencia de lo que ocurre, no yendo sin luz
para caer más tarde. El corresponsal de La Vanguardia en Berlín, Rafael Poch,
afirma: “Los asalariados sufren mucho en este proceso y salen ganando los ricos
y las grandes empresas. Si hubiésemos tenido tres o cuatro Grecias en Europa
(es decir, países que hacen diecisiete huelgas generales en dos años), esto no
habría tenido lugar, sencillamente se cortaría ahí”. De momento, a los jóvenes
los han vencido. A los viejos los van a vencer. Ya veo a una persona mayor,
queriendo vender unos cuantos libros viejos por las cafeterías.
Pero la respuesta a tanta
canallada inhumana, no puede ser el miedo. El miedo que lo tengan los ricos a
perder su dinero. Los banqueros por poder ir a la cárcel, por lo que han hecho.
Los altos ejecutivos a que quiebren sus puestos. Los políticos antisociales a
que no les voten. Los funcionarios de élite a caer bajo. Los periodistas del
poder a ser explotados como los becarios. Los cardenales golfos con la
política, o sea la mayoría, a perder fieles. Para eso, los ciudadanos europeos
y del mundo tienen que responder con una sola voz y gritar, para que se oiga el
ruido: ¡Basta ya! ¡Justicia en todo! ¡A recuperar lo perdido! ¡A progresar!
Como se ha hecho toda la vida. Esto del miedo, es un fenómeno bufo que la
historia no ensalzará jamás. Para avanzar la población se ha levantado sin
miedo y en unión siempre. Los ricos nunca han dado ni darán nada a los pobres
por propia voluntad. El neoliberalismo dirigido por el poder banquero, no
cederá ni dará nada, si aprecia que con su dominación produce temor, en vez de enojo rebelde.
Así, los trabajadores que se
dejen de temores y que se dediquen a reivindicar lo suyo: salarios justos,
jornadas decentes, incrementos de categoría, derechos sociales, contratos incontaminados por la
precarización, convenios como siempre o no se trabaja un día más. No olvidando
el camino de los juzgados de lo social. Sin esta anormal y vergonzosa escalada
de reducciones salariales, empresa por empresa, a la que algunos empresarios se
acogen encantados, en vez de arriesgarse a invertir, también sin miedo. Esta no
es la primera crisis que se sufre. Han existido las de 1977 y 1993, más
otras atroces. Sin embargo, en ninguna
de ellas los trabajadores y el movimiento sindical tuvieron miedo, ni dejaron
una sola hora de luchar y de proteger el empleo con ahínco. Cediendo el terreno
imprescindible, pero no más.
El miedo laboral se supera si se
confía en los demás compañeros y se atan juntos lazos de unión que los amparen
y fortalezcan. Para eso se inventaron los sindicatos. No para que los
descalifiquen patológicamente, cuatro mandados mediáticos de la derecha y dos
ricos pobres, que sufren viendo a los trabajadores con zapatos o coche. En las
sociedades democráticas, nadie esta solo ante su infortunio si se une y
defiende en compañía. Por miedo a la clase obrera, se creó el Estado del
bienestar. Los que ahora lo quieren quitar, que vuelvan a tener miedo.
23.06.2013 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista