Tú no me digas que estas mal, dime si tienes conciencia de
clase o no. Si es que sí, con eso basta, porque la misma lleva en si el
compromiso de solidaridad, organización, afán reformista, lucha, emancipación.
El sentido de clase no se busca, el mismo viene a ti para no irse nunca. Por
ahí hay que empezar, para poner remedio a los males. Sólo no puedes hacer nada,
ni aún con tu familia. Tienes que buscar amigos que te llamarán compañero.
Hermano, en otras partes del mundo. Para Luis Gómez Llorente: “Los débiles sólo
se hacen fuertes cuando actúan conjunta y decididamente”.
Hay que encender la luz de la conciencia, los candiles que
hagan ver como una mini clase financiera, esta acaparando para sí los bienes y
los capitales, empobreciendo y haciendo sufrir a las clases populares; sin que
los gobiernos, intenten sujetar sus avaricias. Así no se puede vivir. No
pierdas el tiempo, ni el honor de ser trabajador. Ahora, ese nombre esta mal
visto. En la actual incultura sindical, no se dice ni obrero ni trabajador. A
los asalariados de siempre, a los que trabajan por un sueldo, a jornal como
toda la vida, la modernización ideológica sin sentido de clase los denomina
clase media. La señora podría decir, necesito a un clase media fontanero. Y yo,
una clase media peluquera. Valga esta mofa, por la ridiculez de esta
suplantación. Los trabajadores son eso y nada más. Y como colectivo clase
trabajadora, no media, ni media baja. Suplantar lo real es un eufemismo que
oculta la verdad, en beneficio de las clases del poder, al intentar hacer
desaparecer esa condición unitaria de referencia. Con sentido de clase, a la
clase trabajadora se le quiere, se le defiende, se le ayuda, se le estima al
ser parte de uno mismo.
En mi opinión, en España casi hemos perdido tres décadas
de jóvenes o, al menos el 60% de esta generación, para el movimiento sindical.
La desviación se ha cocido sin que se viera la llama. Dado que gracias a los
socialistas, a partir de 1982, los hijos e hijas de los trabajadores podían
estudiar de manera generalizada. Los padres al querer lo mejor para ellos, de
modo natural y lógico, encaminaron a los hijos masivamente hacia la
universidad; evitándose en lo posible, el camino del trabajo manual en las
empresas. “Hijo, procura ser más que tu padre”. “Evita ponerte el mono como yo
tuve que hacer”, se decía mal dicho. Se pasó radicalmente de los oficios a las
carreras. Así, la universidad era un signo de distinción y hasta de tropa
lista. Siendo equivocadamente la formación profesional, una bajeza propia de
inferiores. Cuando por ejemplo, una de las ventajas competitivas de Alemania es
su magnífica formación profesional.
Generándose una trasformación asombrosa. Infinidad de
estudiantes al cruzar la puerta de la facultad, pasaban a ser elementos
inservibles para el movimiento sindical. Al pensar: ¿Proletario? ¿Obrero?
¿Trabajador? ¿Asalariado? Pero, ¿como? si yo seré físico, catedrático... Eso
que dices tan ordinario, acaso serían mis abuelos, mis padres. Yo no seré clase
baja. Mi vida se desarrolla en otro estatus. Esa concepción es propia de tiempos pasados. Y, ¿por que haces huelga?,
si no sirve para nada. Yo no estoy afiliado a ningún sindicato, ni me afiliaré.
A mi las ideologías y los ideales no me interesan. Los partidos de izquierdas
son cosa de pobres. Ni voy a votar tan siquiera. Amigo sé moderno y actual.
Padre habla de otra cosa.
Al final, el hijo desclasado e idiota, como ejecutivo
agresivo e inmoral, llega a maltratar y a despedir trabajadores. Y hasta a su
propio padre, si es menester. Me dicen que, van llegando cada día más, mandos
jóvenes raspas de poca estima. En las fábricas y empresas de hoy, se incrementa
este tipo de bebes jefes sistema, sin principios ni respeto a la clase
trabajadora; dando lástima por su ignorancia, verlos proceder.
Nosotros empezamos de manera muy diferente. En mi caso,
como niño explotado del franquismo, siendo aprendiz en los talleres de la
época. Nuestra escuela fue muy distinta. En las empresas sufrimos los avatares
del momento. Descubrimos nuestros problemas y los de los demás. Conocimos a
compañeros de nuestra misma condición y padecimiento. Enseguida surgía la idea
de la unión. La necesidad de la organización, de la sindicación. Los problemas
laborales de otras empresas, eran nuestros problemas. Los demás trabajadores,
pasaron a ser compañeros de trabajo, de clase. Brotaba la solidaridad, la idea
de la libertad, la izquierda. Las reivindicaciones comunes, fueron motivo de
negociación, de pelea. Se sabía que la empresa la componían dos partes, la
empresarial y la trabajadora. Que sus intereses eran antagónicos. Me hice
oficial de primera, mecánico fresador.
Las magníficas y plausibles posibilidades de estudio y
superación que se iniciaron, han sido un avance indescriptible para las familias
trabajadoras del país. Por fin, existía igualdad de oportunidades. Sin embargo,
sus efectos en la lucha continua por la distribución de las rentas, de la
riqueza, en defensa del valor del trabajo, en la concordia de clase; han sido
desencaminados y difícilmente salvables. Los jóvenes han podido llegar a ser
mucho, pero si han olvidado a los demás y están solos, humana y socialmente son
poco. Su formación es incompleta. El espíritu del antiguo compromiso obrero,
hay que tenerlo en el tajo y en la cátedra. Desde el trabajo manual al
intelectual, porque todo es trabajo y como tal, esta sujeto a mejoras,
injusticias o abusos, como los que ahora nos avergüenza contemplar. Yo he
conocido a altos ejecutivos alemanes afiliados al sindicato IG Metall. He oído
a tres alemanas hablando de la clase obrera alemana. De haber sido españolas,
hubiera sonado extraño oirlas conversar así.
Que por fin, surjan nudos unitarios de concordia, como
método de rectificación. La cantante Estrella Morente dice: “Donde mejor se
puede estar ahora es cerca del pueblo. Nosotros somos obreros del pueblo”.
Seamos la memoria de los obreros junto a los obreros, sin vivir en la nube de
la diferencia.
26.09.2013 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista