Sobre el autor

Mi foto
Zaragoza, Aragón, Spain
Sindicalista de UGT Zaragoza entre 1977 a 2006. Periodo en el que fue uno de los refundadores de UGT Zaragoza, Sº de Acción Reivindicativa de UGT Zaragoza, Sº General de UGT en General Motors España, Presidente del Comité de Empresa de GM España, Sº General de UGT Metal Zaragoza, miembro del Comité Confederal de UGT y formó parte del Comité Europeo y Mundial de General Motors .

jueves, 22 de septiembre de 2011

Sindicalismo y tropas enemigas

Gente interesada de mala fe, con un discurso análogo para hacer mayor mal, tienen como ideario debilitar e ir destruyendo los sindicatos de clase en España. Disponiendo para tal vileza, del apoyo de medios de comunicación de derecha y de ultraderecha. Y ahí están, en plena faena, intentando doblar la rodilla de los trabajadores organizados y como tales los más combativos y sensibilizados con el hecho sindical.

Cuando los sindicalistas van a la defensiva se les nubla la vista y yo nunca he padecido ese mal. Así que, para empezar, culpas pocas y virtudes infinitas. Como la siguiente. No conozco a ningún trabajador que, ante una sanción, despido, ofensa, u otro problema   laboral sufrido, haya ido a la camarilla de destructores sindicales para que lo defiendan. En concreto: A las organizaciones patronales, a la CEOE, a las cadenas de TV ultraderechistas, a otros medios antisindicales, a los neoliberales que atacan lo sindical sin descanso, al Gobernador del Banco de España que no duerme porque tiene la cabeza llena de reformas laborales y los bancos medio hundidos con sus ejecutivos multimillonarios, a las bandas enemigas que aparecen por doquier, o a los atroces criticos con las organizaciones sindicales que abundan por las empresas. No, no van a ellos. Acuden a los sindicalistas y a los sindicatos y si son los más fuertes y preparados mejor.

Así, ¿Cómo es posible que los trabajadores en general no se opongan con rotundidad a las campañas de acoso y derribo sindical, cuando es la sindical la única herramienta de defensa que tienen? ¿Cómo se permite que vayan debilitando la protección propia? ¿Por qué se llega a colaborar con los enemigos del mundo del trabajo, si sus intereses son  antagónicos? Cuatro manos hacen más que dos y no se debe repudiar ni maldecir una mano amiga. Como he oído decir: “Hay animales que tienen poca memoria, corren cien metros delante de un león y se paran, porque olvidan que los persigue”.

Para tener ideas y no defenderlas es mejor no tenerlas. En ocasiones se critica sin fundamento a los sindicalistas, pero se ignora que merecen suma consideración porque el sindicalista nace no se hace. Los sindicalistas se mueven por ideología y por sentimientos, por nada más; aunque estos principios de clase, humanistas y sensibles que guían su actividad sindical, no sean lo suficientemente conocidos desde fuera del movimiento obrero y sindical. Varios artículos míos anteriores tratan asimismo esta cuestión. Las palabras del periodista Manuel Domínguez Moreno son ilustrativas en este sentido: “La ideología es un planteamiento, un modelo político y social, una forma de entender la vida”. ¿Qué ya no hay gente así? Por supuesto que existe. Esta semana en una masiva asamblea de delegados de UGT, me emocioné (y se lo dije a ellos) escuchando las intervenciones de Cándido Méndez y de Manuel Fernández López,“Lito” porque pensé que en 35 años no han cambiado nada. Mantienen su mismo discurso sindical de entrega total a los trabajadores y a las trabajadoras, con la misma frescura que cuando siendo críos luchábamos en la calle y en las fábricas por la democracia y por los demás.

Un sindicalista es un idealista. Sin dejar el pragmatismo, los sindicalistas deben ser siempre idealistas. A veces se censura a los sindicalistas por las apariencias, porque se tiene una imagen errónea de ellos. A las personas no se le puede conocer con un mínimo de precisión, sin haber hablado al menos algunas palabras directamente con ellas. Nadie es como parece. De otra parte, ningún sindicalista lo es con intención de hacer mal a los demás compañeros. En caso contrario no serían sindicalistas. Después de mi larga trayectoria sindical, yo podría decir lo mismo que el escritor George Orwell (luchó en los Monegros a favor de la republica): “Después de las experiencias que he vivido no tengo menos, sino más fe que antes en la honradez de los seres humanos”.

He escuchado decir a un joven colega que “el sindicato tiene que ser una amenaza creíble”. Así es, tenemos el valor de jóvenes sindicalistas que piensan bien. Al sindicalismo le queda mucha vida. Por mucho y muchos que se empeñen no lo derrotarán. El líder de UGT, Cándido Méndez, ha declarado: “Ha habido una labor de los medios de comunicación de derecha y de extrema derecha de un martilleo de artillería pesada contra el movimiento sindical a lo largo de estos años, casi como preparando el terreno para la vuelta de la derecha. Pero que no se confíen, que no se confíen, porque después del fuego de la artillería más fuerte, en todas las guerras surge la infantería de los agujeros de las bombas para defender su dignidad y defender a su país”. En los discursos añade que la infantería (republicana) española es la mejor del mundo. “Somos el único baluarte que a los poderosos les queda por vencer, por eso somos el objetivo a batir” subraya -el secretario general de mi federación MCA-UGT antes UGT-METAL-, Lito. La procesión terminará cuando pase el último cura, pero nada conseguirán sin la fe devota de trabajadores conversos. 

“No defendemos la nómina de un mes, sino el empleo de una vida” afirmaba un compañero de Cádiz, ante el cierre de su fabrica de la multinacional Delphi por ser deslocalizada a otro país. De verdad... ¿Quien puede solucionar un problema así? ¿Lo puede hacer un abogado o abogada desde un simple despacho? ¿Lo podría solventar el mejor gabinete de juristas, al ser la deslocalización una opción empresarial legal? Más, si por muy buenas indemnizaciones por despido que pudieran conseguir, los trabajadores no les dieran valor material y las rechazaran, porque su lucha fuera por la defensa a ultranza de los puestos de trabajo. ¿Los abogados con las togas se pondrían delante de las manifestaciones de presión, dando un espectáculo espantoso? Los sindicalistas para esto y los letrados a lo suyo, cumpliendo con su función de técnicos de apoyo.

¿Se haría sindicalismo, reclamaciones, demandas, en las pymes si no hubiera delegados sindicales de los sindicatos? No, casi nadie se encararía con el empresario ni con los tipos de su entorno, al no disponer de la cobertura organizativa que gozan los representantes sindicales. ¿Qué estos tampoco lo hacen? La solución es sencilla, que dimitan y se les sustituye. Yo pienso que una de las dificultades del sindicalismo es debido a que no se propagan suficientemente, las gestiones y los triunfos sindicales que se obtienen. En primer lugar, dado que no se comunican suficientemente a los medios de comunicación. Y en segundo lugar, porque a veces no se utiliza bien la propia prensa informativa propia.

Los trabajadores siempre están hondamente interesados en conocer el desarrollo de los conflictos de sus compañeros de otras empresas, así como la solución que el sindicato les va dando. Si bien ese defecto es sencillo de subsanar, realizando mensualmente en cada federación sectorial del sindicato asambleas generales de delegados sindicales. Así como de afiliados en las empresas y en el sindicato cuando sea menester. Repartiendo además, los boletines del sindicato en la puerta o en el interior de las empresas, dando un ejemplar en mano a cada trabajador, lo que daría pie a tener un pequeño cambio de impresiones y un contacto directo del sindicato con el asalariado.

Probablemente, una suposición drástica ayudara a dar más valía al sindicalismo en sí.  Podemos imaginar por un momento, la sensación de vacío que se produciría en multitud  de trabajadores, en las clases inferiores y en el conjunto del país, si de pronto se diera la noticia de que continuaba la democracia y todo igual; pero que los sindicatos habían desaparecido, que no iban a continuar ejerciendo su labor social en España. A partir de ese momento ¿Quien  garantizaría el Estado del bienestar? ¿Que ocurriría con el sistema de pensiones? ¿Quienes se harían responsables de la negociación de los convenios y de garantizar los salarios a las familias españolas? ¿Como se podrían tratar los Expedientes de Regulación de Empleo? ¿De que forma se haría frente a los cierres de empresas y a los despidos colectivos? En lo referente a los derechos individuales ¿Se cubrirían correctamente los servicios jurídicos de los asalariados en los Juzgados de lo Social? ¿Se velaría por la salud y la seguridad de los trabajadores en los puestos de trabajo? ¿Se harían políticas sociales de inserción, de empleo? ¿Y la formación y los servicios?

En los conflictos laborales sacar a la gente a la calle es fácil, lo difícil es retirarla  ¿Quién lo haría? ¿Cómo se negociaría con los gobiernos y con los sectores productivos, industriales, turísticos, económicos, para reactivarlos socialmente? Las direcciones de las grandes, medianas y pequeñas empresas ¿solventarían los problemas laborales diarios hablando uno a uno con todos los componentes de las plantillas? ¿o pararían la actividad de las firmas para reunir a los empleados en colectividad? La situación se pone fea. En mi opinión, se tiene que analizar sin demora la catástrofe económica que para los negocios y el desarrollo económico del país significarían las tesis neoliberales y provocativas ultra de la desaparición o del debilitamiento sindical.

En el Reino Unido, el thatcherismo destruyó la influencia de los sindicatos casi durante una generación, después de que en 1984 ganara una huelga de un año de duración al Sindicato Nacional Minero (NUM). Dos mineros fueron condenados a cadena perpetua por el asesinato de un taxista. El Gobierno cerró 97 explotaciones mineras y el resto fueron privatizadas y vendidas. Desnacionalizando también el monopolio estatal de los astilleros británicos, telégrafos, gas. Todo ello tuvo como consecuencia la pérdida de puestos de trabajo y un incremento del desempleo. Pero como Primera Ministra y líder del Partido Conservador, Margaret Thatcher tuvo que dimitir en 1990, hace 21años. Y, en la actualidad, los sindicatos (Trade Union) continúan con una inmensa capacidad de movilización y resolución. Ni ella ni su radicalismo ultraliberal enfermizo están y el sindicalismo británico sigue felizmente su trayectoria. 

¿Alguien en España quiere que se repitan aquí los métodos de esa señora? De momento, diversos poderes lo están intentando. Si logran herir al sindicalismo, siempre habrá una líder (ya están haciendo méritos un par de lideresas, así llamadas) o un líder del Partido Popular –ahora con dos gallinas y un gallo que no canta-, para continuar la operación de derribo de los bienes públicos del Estado. De manera tal, que el conflicto puede estar servido.       

Consecuentemente, las patronales, la banca, los comerciantes, los empresarios serios, la prensa conservadora más racional, la parte de la sociedad implicada; deben rebobinar su estrategia de acoso al sindicalismo que han ayudado a generar, tomando cartas en el asunto en sentido contrario. Este juego fundamental de la ultraderecha -del Tea Party /Ti Pari/ o Tintorro español-, no puede ir mas allá. Si no se para pronto, habría que neutralizarlo a la manera sindical. Si no se hace así, como dice un amigo: “Ya veremos después a que monja reclamamos”.

La primera acción  para contener a las tropas enemigas debería ser, que sus posibles afectados no voten el 20-N a los partidos conservadores. Por el hecho conocido, de que si llegan al Ejecutivo les dispararán con cartuchos de sal en el trasero, tratando de eliminar el poder sindical que le garantiza los derechos sociales y el bienestar. Como igualmente  argumenta Lito: “El sindicato con los trabajadores y nada más. Pero en todo caso, para los propios trabajadores siempre es mejor un mal gobierno de izquierdas que uno bueno de derechas”. La teoría de votar con enfado a uno con el propósito de que no salga otro, es una hipótesis. El pueblo decidirá.    


22.09.2011                              Fernando Bolea Rubio
                                       Sindicalista  


viernes, 9 de septiembre de 2011

Los valores como acción política

Como consecuencia de la crisis que los poderes financieros y los gobiernos no saben atajar, están ocurriendo tantas misteriosas e incomprensibles novedades políticas que, a mi modo de ver, algunas personas de izquierdas pueden padecer tal desorientación ideológica que lleguen a asumir las recetas de la derecha, como las únicas validas en el estado actual.

Cuando al principio se preguntaba ¿Quién tiene la culpa de la crisis? Se respondía la banca. Ante la misma cuestión, ahora se dice Zapatero. ¿Cómo se puede solucionar? Con reformas laborales, amigo millonario, indican aun hoy personajes faranduleros, los ricos y sus palmeros. Lo cual es lo mismo que querer ir a Francia con rumbo a Ceuta. ¿Señor Rajoy, como piensa usted solucionar la crisis? Con una profunda reforma laboral, que cuando la conozcas te arrepentirás de no haber ido a votar o de haberme votado, camarada e ignorante obrero. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, critican por estribor. Este Gobierno ha derrochado el dinero, abronca el derechismo político ahora eufórico ante el eminente triunfo electoral del Partido Popular: con las ayudas a los viejos, la Seguridad Social atendiendo emigrantes y operando extranjeros, reparando aceras, con pagas por hijos, los 400 euros en el IRPF, u otras lindezas, critican. Un mensaje político confuso e iluso se ha establecido en la sociedad, con el silencio enigmático del socialismo gobernante, que ha perdido la influencia de la comunicación y por ende la posibilidad de amparar su propia gestión. 

Pero basta con recordar levemente el pasado para que la luz alumbre. La crisis nació en 2007 en EE UU, es mundial, fundamentalmente de los países occidentales. Los culpables de la misma son los banqueros y los mercados financieros especulativos, quienes como consecuencia de sus desfalcos y raterías con las hipotecas basura (subprime), junto con sus innumerables operaciones económicas que Felipe González denomina como de: “Egoísmo inteligente”, se llevaron a sus bolsillos los inmensos beneficios de la economía monetarista que practican. Dejando bacías las arcas de infinidad de entidades financieras, estados, empresas, personas; generando en la humanidad: hambre, escasez de bienes, paro, calamidades sin fin. Sin que nadie pague condena por lo hecho. Con la dificultad de que la política no se ha sabido imponer a los mercados financieros, para influir verdaderamente en la economía de los países. Por ello, Zapatero es una victima más de la crisis, no su impulsor como se le inculpa. Que se dirijan las iras hacia los verdaderos culpables, dejando de penar a los inocentes; aunque la gestión de la crisis de los Gobiernos central y autonómicos españoles, tanto de uno como de otro color, dejen mucho que desear. Así, todo en su sitio y cada cual con su fortuna o tormento. 

De otra parte, esta crisis se recordara en España como la de las reformas laborales continuas. Desde hace un año el Gobierno no para de jugar con la pelota. Empezó facilitando y abaratando el despido. Continuó dando ventajas infinitas a las empresas para reducir personal, pudiéndose declarar hasta pérdidas de futuro... que fue como un cheque en blanco que la Administración regaló a la patronal. El 31 de agosto de 20011 entró en vigor –durante dos años- otra novedad, el encadenamiento sin límite de los contratos temporales; cuando debido a las restricciones que impuso (favorablemente en esto) la Reforma Laboral de 2010, la suma de 24 meses de contratos temporales convertía automáticamente el contrato como indefinido. Triste episodio, porque aparte de perder esa condición; es tanto como decir, que como en muchos centros de trabajo no se cumplía bien esa obligación legislativa, había argumentos legales para conseguir en los tribunales contratos indefinidos como penalización, o al menos una indemnización superior a 20 días en las negociaciones posteriores al término de la relación laboral. Ahora no será así, quedando los temporales más indefensos, al cambiarse la norma y de hecho legalizarse el fraude contractual existente. Una nueva facilidad para los empresarios que de nuevo perjudica seriamente a los trabajadores. El Ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, para enaltecer el evento indicó:“El Gobierno prefiere un trabajador temporal a un parado”. Similares palabras se decían cuando se aprobaron a gran escala los contratos eventuales, llegando a suponer este fenómeno una lacra de hasta un 35% de precarización, de contratos basura.  

¿Agosto podía dar más de sí? Pues claro, los Contratos para la Formación hasta los 34 años si el trabajador no tiene cualificación profesional, cuando al tener 35 años las empresas no contratan a estos jóvenes por viejos. En mi caso, a los 18 años era oficial de primera mecánico fresador en una empresa.¿Nos damos cuenta del destrozo laboral que se ha hecho en este país con los jóvenes, por culpa en muchos casos de la golosina salarial del ladrillo y de no potenciarse a tiempo la formación profesional? ¿Cuándo van a empezar a cotizar a la Seguridad Social? ¿Con cuantos años se tendrán que jubilar para tener derecho a una pensión? De entrada, se les condena a tener que adquirir además de la pública una pensión privada. Con un desempleo del 20% y un paro juvenil del 43%, la situación de los no cualificados profesionalmente está siendo ya dramática. ¿Qué van hacer, ir por la Unión Europea realizando los trabajos que nadie quiera? A estos jóvenes y por supuesto a los demás, no se les puede ayudar con reformas laborales como ésta, que aún los aleja más de la solvencia que como personas necesitan. Son necesarios planes específicos de mayor alcance financiados por el Estado, con ayuda empresarial y colaboración con ímpetu de los agentes sociales.

Se señala que la prioridad del Gobierno es luchar contra el paro y quizá en ese sentido ha debido impulsar las reformas laborales que comentamos. Sin embargo, el paro y la temporalidad en vez de reducirse aumentan, por haberse incrementado la crisis y en mi opinión, debido a que las reformas han tenido un error grave de orientación. La solución no debió ser flexibilizar y abaratar más la contratación y el despido, pensando ingenuamente que con esas premisas los empresarios contratarían más y mejor. Nada de eso han hecho y las medidas gubernamentales han acabado en un rotundo fracaso. No se debió ir por el camino de la desregulación, sino por el de limitar las facultades que las empresas ya tenían para contratar y despedir; para impedir que pudieran desprenderse de los trabajadores con tanta facilidad, contratando a los nuevos asalariados con mayores garantías de estabilidad. Todo ha sido un despropósito. Es lógico y fácil de entender que si se ha deteriorado el equilibrio laboral, dando más poder de ejecución al empresario este lo aplique en su propio bien. Si a los niños se les da caramelos se los comen. Si se hacen reformas laborales gustosas, se consumen con mayor agrado.

En unos meses puede instalarse el PP en el Gobierno, con la receta citada de una nueva reforma laboral profunda. Más de lo mismo. Les parece poco el fracaso que se ha tenido que quieren superarlo con creces. Modificando la legislación laboral no se crea empleo y según como se haga (como se ha valorado) se puede perder más deprisa el existente. No es así como mejoraran las cifras del paro. El desempleo necesita que la economía crezca de forma natural para que cree empleo. No sirve valerse de artimañas ficticias, que pueden tener como principal fin, no el que se dice, sino reducir los derechos de los asalariados, ya bastante limitados en este país en comparación con otros de la Eurozona. Que no empujen para atrás, que hay mucho que hacer por delante.

El vivir por encima de las posibilidades es una afirmación socialmente peligrosa, dado que llevada al extremo, puede ser utilizada por los neoliberales para reprochar a los trabajadores y a las capas populares de gozar de mejoras imposibles de mantener, justificando así que habría que recortar el Estado del bienestar, cuando eso sería totalmente incierto. Aquí sí se ha vivido sin freno ni control; pero han sido sobretodo los promotores y los banqueros del ladrillo, no así la población en general. Ni tampoco  el Ejecutivo socialista, porque no se debe olvidar que antes de la crisis el Estado llegó a tener superávit; siendo aún hoy, el porcentaje de la deuda publica española uno de los más bajos de la Unión. No tanto la privada, que es considerable (más de dos veces superior a la pública), en parte como consecuencia de la errática construcción masiva de viviendas que se efectuó, cuyo estoc sin vender esta restando valor a los activos de algunas entidades financieras. Fenómeno este que impide gravemente la superación de la recesión en España. Una política de vivienda equivocada, que el PP impulsó y que el PSOE desafortunadamente no paró.

Es asimismo sorprendente que, cuando tenemos uno de los mejores sistemas de Seguridad Social del mundo, haya personas que piensen que los responsables y dirigentes que la gestionan son tontos. Como si no cobraran en los correspondientes seguros y países de los afectados, los servicios que prestan a los extranjeros si estos no cotizan aquí. Lo mismo que cuando un español se opera en cualquier otro país y la sanidad española paga la cuenta, o dispone de conciertos económicos establecidos de compensación. El que las pagas por nacimiento de hijas e hijos y del IRPF, fueran para todos, sin limitarlas en función de altas rentas, fue equivocado y censurable. No así las ayudas a la dependencia, porque la falta de protección de los mayores era un déficit social propio que había que cubrir, como en su momento se hizo en otras naciones del  entorno. El Plan-E de rehabilitación de las poblaciones, fue un programa expansivo público para ocupar durante un año desempleados de la construcción, una vez pinchada la burbuja inmobiliaria. Por su objetivo laboral, yo estuve de acuerdo con él.

El poder de la derecha y las incongruencias que seguirán surgiendo desde el partido socialista, continuarán ensombreciendo el panorama político y sindical. En consecuencia, se ha de estar preparados para afrontar los ataques que iniciara el neoliberalismo sentado a la derecha y la izquierda, estando en el Gobierno y fuera de él. Que sus mensajes no confundan a los luchadores sindicales, al movimiento obrero, ni a los trabajadores y las personas progresistas y con conciencia social. En realidad nuestro ideario ha de ser, guiarnos y refugiarnos en los valores sindicales y políticos de la izquierda, cuyos principios e ideales nadie nos podrá arrebatar jamás. Que no se pierda la ilusión y la esperanza, porque los verdaderos socialistas no necesitan tutores, lo que desean lo saben conquistar.        

9.09.2011                                                                                               Fernando Bolea Rubio
                                                                          Sindicalista