Gente interesada de mala fe, con un discurso análogo para hacer mayor mal, tienen como ideario debilitar e ir destruyendo los sindicatos de clase en España. Disponiendo para tal vileza, del apoyo de medios de comunicación de derecha y de ultraderecha. Y ahí están, en plena faena, intentando doblar la rodilla de los trabajadores organizados y como tales los más combativos y sensibilizados con el hecho sindical.
Cuando los sindicalistas van a la defensiva se les nubla la vista y yo nunca he padecido ese mal. Así que, para empezar, culpas pocas y virtudes infinitas. Como la siguiente. No conozco a ningún trabajador que, ante una sanción, despido, ofensa, u otro problema laboral sufrido, haya ido a la camarilla de destructores sindicales para que lo defiendan. En concreto: A las organizaciones patronales, a la CEOE, a las cadenas de TV ultraderechistas, a otros medios antisindicales, a los neoliberales que atacan lo sindical sin descanso, al Gobernador del Banco de España que no duerme porque tiene la cabeza llena de reformas laborales y los bancos medio hundidos con sus ejecutivos multimillonarios, a las bandas enemigas que aparecen por doquier, o a los atroces criticos con las organizaciones sindicales que abundan por las empresas. No, no van a ellos. Acuden a los sindicalistas y a los sindicatos y si son los más fuertes y preparados mejor.
Así, ¿Cómo es posible que los trabajadores en general no se opongan con rotundidad a las campañas de acoso y derribo sindical, cuando es la sindical la única herramienta de defensa que tienen? ¿Cómo se permite que vayan debilitando la protección propia? ¿Por qué se llega a colaborar con los enemigos del mundo del trabajo, si sus intereses son antagónicos? Cuatro manos hacen más que dos y no se debe repudiar ni maldecir una mano amiga. Como he oído decir: “Hay animales que tienen poca memoria, corren cien metros delante de un león y se paran, porque olvidan que los persigue”.
Para tener ideas y no defenderlas es mejor no tenerlas. En ocasiones se critica sin fundamento a los sindicalistas, pero se ignora que merecen suma consideración porque el sindicalista nace no se hace. Los sindicalistas se mueven por ideología y por sentimientos, por nada más; aunque estos principios de clase, humanistas y sensibles que guían su actividad sindical, no sean lo suficientemente conocidos desde fuera del movimiento obrero y sindical. Varios artículos míos anteriores tratan asimismo esta cuestión. Las palabras del periodista Manuel Domínguez Moreno son ilustrativas en este sentido: “La ideología es un planteamiento, un modelo político y social, una forma de entender la vida”. ¿Qué ya no hay gente así? Por supuesto que existe. Esta semana en una masiva asamblea de delegados de UGT, me emocioné (y se lo dije a ellos) escuchando las intervenciones de Cándido Méndez y de Manuel Fernández López,“Lito” porque pensé que en 35 años no han cambiado nada. Mantienen su mismo discurso sindical de entrega total a los trabajadores y a las trabajadoras, con la misma frescura que cuando siendo críos luchábamos en la calle y en las fábricas por la democracia y por los demás.
Un sindicalista es un idealista. Sin dejar el pragmatismo, los sindicalistas deben ser siempre idealistas. A veces se censura a los sindicalistas por las apariencias, porque se tiene una imagen errónea de ellos. A las personas no se le puede conocer con un mínimo de precisión, sin haber hablado al menos algunas palabras directamente con ellas. Nadie es como parece. De otra parte, ningún sindicalista lo es con intención de hacer mal a los demás compañeros. En caso contrario no serían sindicalistas. Después de mi larga trayectoria sindical, yo podría decir lo mismo que el escritor George Orwell (luchó en los Monegros a favor de la republica): “Después de las experiencias que he vivido no tengo menos, sino más fe que antes en la honradez de los seres humanos”.
He escuchado decir a un joven colega que “el sindicato tiene que ser una amenaza creíble”. Así es, tenemos el valor de jóvenes sindicalistas que piensan bien. Al sindicalismo le queda mucha vida. Por mucho y muchos que se empeñen no lo derrotarán. El líder de UGT, Cándido Méndez, ha declarado: “Ha habido una labor de los medios de comunicación de derecha y de extrema derecha de un martilleo de artillería pesada contra el movimiento sindical a lo largo de estos años, casi como preparando el terreno para la vuelta de la derecha. Pero que no se confíen, que no se confíen, porque después del fuego de la artillería más fuerte, en todas las guerras surge la infantería de los agujeros de las bombas para defender su dignidad y defender a su país”. En los discursos añade que la infantería (republicana) española es la mejor del mundo. “Somos el único baluarte que a los poderosos les queda por vencer, por eso somos el objetivo a batir” subraya -el secretario general de mi federación MCA-UGT antes UGT-METAL-, Lito. La procesión terminará cuando pase el último cura, pero nada conseguirán sin la fe devota de trabajadores conversos.
“No defendemos la nómina de un mes, sino el empleo de una vida” afirmaba un compañero de Cádiz, ante el cierre de su fabrica de la multinacional Delphi por ser deslocalizada a otro país. De verdad... ¿Quien puede solucionar un problema así? ¿Lo puede hacer un abogado o abogada desde un simple despacho? ¿Lo podría solventar el mejor gabinete de juristas, al ser la deslocalización una opción empresarial legal? Más, si por muy buenas indemnizaciones por despido que pudieran conseguir, los trabajadores no les dieran valor material y las rechazaran, porque su lucha fuera por la defensa a ultranza de los puestos de trabajo. ¿Los abogados con las togas se pondrían delante de las manifestaciones de presión, dando un espectáculo espantoso? Los sindicalistas para esto y los letrados a lo suyo, cumpliendo con su función de técnicos de apoyo.
¿Se haría sindicalismo, reclamaciones, demandas, en las pymes si no hubiera delegados sindicales de los sindicatos? No, casi nadie se encararía con el empresario ni con los tipos de su entorno, al no disponer de la cobertura organizativa que gozan los representantes sindicales. ¿Qué estos tampoco lo hacen? La solución es sencilla, que dimitan y se les sustituye. Yo pienso que una de las dificultades del sindicalismo es debido a que no se propagan suficientemente, las gestiones y los triunfos sindicales que se obtienen. En primer lugar, dado que no se comunican suficientemente a los medios de comunicación. Y en segundo lugar, porque a veces no se utiliza bien la propia prensa informativa propia.
Los trabajadores siempre están hondamente interesados en conocer el desarrollo de los conflictos de sus compañeros de otras empresas, así como la solución que el sindicato les va dando. Si bien ese defecto es sencillo de subsanar, realizando mensualmente en cada federación sectorial del sindicato asambleas generales de delegados sindicales. Así como de afiliados en las empresas y en el sindicato cuando sea menester. Repartiendo además, los boletines del sindicato en la puerta o en el interior de las empresas, dando un ejemplar en mano a cada trabajador, lo que daría pie a tener un pequeño cambio de impresiones y un contacto directo del sindicato con el asalariado.
Probablemente, una suposición drástica ayudara a dar más valía al sindicalismo en sí. Podemos imaginar por un momento, la sensación de vacío que se produciría en multitud de trabajadores, en las clases inferiores y en el conjunto del país, si de pronto se diera la noticia de que continuaba la democracia y todo igual; pero que los sindicatos habían desaparecido, que no iban a continuar ejerciendo su labor social en España. A partir de ese momento ¿Quien garantizaría el Estado del bienestar? ¿Que ocurriría con el sistema de pensiones? ¿Quienes se harían responsables de la negociación de los convenios y de garantizar los salarios a las familias españolas? ¿Como se podrían tratar los Expedientes de Regulación de Empleo? ¿De que forma se haría frente a los cierres de empresas y a los despidos colectivos? En lo referente a los derechos individuales ¿Se cubrirían correctamente los servicios jurídicos de los asalariados en los Juzgados de lo Social? ¿Se velaría por la salud y la seguridad de los trabajadores en los puestos de trabajo? ¿Se harían políticas sociales de inserción, de empleo? ¿Y la formación y los servicios?
En los conflictos laborales sacar a la gente a la calle es fácil, lo difícil es retirarla ¿Quién lo haría? ¿Cómo se negociaría con los gobiernos y con los sectores productivos, industriales, turísticos, económicos, para reactivarlos socialmente? Las direcciones de las grandes, medianas y pequeñas empresas ¿solventarían los problemas laborales diarios hablando uno a uno con todos los componentes de las plantillas? ¿o pararían la actividad de las firmas para reunir a los empleados en colectividad? La situación se pone fea. En mi opinión, se tiene que analizar sin demora la catástrofe económica que para los negocios y el desarrollo económico del país significarían las tesis neoliberales y provocativas ultra de la desaparición o del debilitamiento sindical.
En el Reino Unido, el thatcherismo destruyó la influencia de los sindicatos casi durante una generación, después de que en 1984 ganara una huelga de un año de duración al Sindicato Nacional Minero (NUM). Dos mineros fueron condenados a cadena perpetua por el asesinato de un taxista. El Gobierno cerró 97 explotaciones mineras y el resto fueron privatizadas y vendidas. Desnacionalizando también el monopolio estatal de los astilleros británicos, telégrafos, gas. Todo ello tuvo como consecuencia la pérdida de puestos de trabajo y un incremento del desempleo. Pero como Primera Ministra y líder del Partido Conservador, Margaret Thatcher tuvo que dimitir en 1990, hace 21años. Y, en la actualidad, los sindicatos (Trade Union) continúan con una inmensa capacidad de movilización y resolución. Ni ella ni su radicalismo ultraliberal enfermizo están y el sindicalismo británico sigue felizmente su trayectoria.
¿Alguien en España quiere que se repitan aquí los métodos de esa señora? De momento, diversos poderes lo están intentando. Si logran herir al sindicalismo, siempre habrá una líder (ya están haciendo méritos un par de lideresas, así llamadas) o un líder del Partido Popular –ahora con dos gallinas y un gallo que no canta-, para continuar la operación de derribo de los bienes públicos del Estado. De manera tal, que el conflicto puede estar servido.
Consecuentemente, las patronales, la banca, los comerciantes, los empresarios serios, la prensa conservadora más racional, la parte de la sociedad implicada; deben rebobinar su estrategia de acoso al sindicalismo que han ayudado a generar, tomando cartas en el asunto en sentido contrario. Este juego fundamental de la ultraderecha -del Tea Party /Ti Pari/ o Tintorro español-, no puede ir mas allá. Si no se para pronto, habría que neutralizarlo a la manera sindical. Si no se hace así, como dice un amigo: “Ya veremos después a que monja reclamamos”.
La primera acción para contener a las tropas enemigas debería ser, que sus posibles afectados no voten el 20-N a los partidos conservadores. Por el hecho conocido, de que si llegan al Ejecutivo les dispararán con cartuchos de sal en el trasero, tratando de eliminar el poder sindical que le garantiza los derechos sociales y el bienestar. Como igualmente argumenta Lito: “El sindicato con los trabajadores y nada más. Pero en todo caso, para los propios trabajadores siempre es mejor un mal gobierno de izquierdas que uno bueno de derechas”. La teoría de votar con enfado a uno con el propósito de que no salga otro, es una hipótesis. El pueblo decidirá.
22.09.2011 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista