Trabajar hoy es sufrir. A ese estado el Partido Popular ha
llevado el trabajo, con su feroz reforma laboral que ahora cumple dos años. Por
ella, se han arañado tanto los salarios, que se llega a ser pobre trabajando.
La inestabilidad que genera, anula el carácter reivindicativo de los
trabajadores, para ser sujetos al vaivén de empresarios, encargados, de
cualquiera con mando. Se obedece y se calla. Se quitan mejoras y se permite. Se
trabajan horas extraordinarias y no se pagan. Los convenios se incumplen. Los
pluses de actividad se retiran, pero se quiere obtener del trabajador el mismo
rendimiento.
Este es ya un país de suma explotación laboral, con claros
indicios de miseria. En tal medida, que los asalariados deben imponerse e impedir
estas raterías. ¿Cómo? En base a un elemental principio: “Empleo sí, pero con
dignidad”. Sin ella, no se puede respirar ni trabajar. Apostando por el trabajo
decente y seguro.
Después de la reforma laboral se han destruido 1,34
millones de empleos. La tasa de paro ha pasado del 21,6% al 26,04. Aún con los
jóvenes que emigran y los inmigrantes que se van, hay 622.700 parados más. La
mitad de los 6 millones de desempleados supera ya el año sin trabajo y el 34%
no tiene protección. Esto es un desastre. Sin embargo, el Gobierno cuantifica
que sin la reforma se habrían destruido 225.800 puestos adicionales. Que bien,
¿verdad? No nos habíamos dado cuenta. ¡Qué alivio! ¿Se puede manipular y mentir
más? Que justifiquen uno por uno esos agraciados puestos, o que se callen. Esa
afirmación ofende a los trabajadores. Lo hacen, porque se sabe que
ideológicamente la mayoría de los españoles es de centroizquierda; así, la
derecha nunca ganaría las elecciones sin los enfados de los progresistas con
los suyos y si esta no manipulara y falseara la realidad.
Lo cierto es, que la nueva normativa no ha solucionado el
desempleo como el Partido Popular prometió. Todo lo contrario, ha llevado los
niveles de paro en España al porcentaje más alto de su historia democrática,
sin posibilidad ni esperanza de recuperación. Para Toni Ferrer, de UGT: “Si
vemos el sufrimiento que ha traído consigo esta reforma a la población de
nuestro país y lo comparamos con el pírrico efecto que ha tenido en el PIB
vemos que lo que ha hecho, en realidad, es aumentar la pobreza”. Una pobreza
que ya alarma a las clases empresariales bajas y medias, debido al
debilitamiento del consumo. Se dan cuenta de que con tanta rebaja y recorte no
venden ni ganan. Hasta se empieza a oír... según como vaya el año habrá que
incrementar los salarios. Y, ¿para qué diablos despidos baratos, si yo no
quiero despedir sino financiación para fabricar y vender?
Aparte del componente ideológico de la reforma, el gran
fallo de este Ejecutivo y en parte del anterior socialista es pensar que, dando
todas las atribuciones y facilidades a los empresarios en detrimento de los
trabajadores; posteriormente, las empresas empezarían a contratar alegremente
barriendo el desempleo. Pero el resultado no es así, quedándose el PP ante el
paro, sin excusas de defensa ni solución al mismo. Parece mentira que se usen
estrategias tan simples y torpes para regular el trabajo, siendo este la fuente
de riqueza de todos, del empleador y del empleado, debiendo colaborar ambos en
beneficio mutuo.
Sólo se contrata cuando hay trabajo y necesidad de
hacerlo. Mas para eso, en los bancos ha de fluir el crédito y éste no
desplomarse más y más como está pasando, necesitándose bancos y empresarios con
capital, haciendo el Estado de soporte político financiero. Nada de esto
ocurre, ni se prevé que suceda. Para José Carlos Díez: “Nuestras pymes son las
segundas de la Eurozona con más restricción de crédito solo superadas por
Grecia”. Vamos a peor, porque el Gobierno no tiene capacidad de reacción.
Seguir así supondrá, que el aniquilamiento económico del país y de los
ciudadanos irá en aumento, pudiendo llegar a alcanzar cuotas de pobreza y de
injusticia laboral mayores. Es necesario cambiar el Gobierno y las formas de
gobernar, por pura necesidad de la población y de la economía.
Con esta derecha en el poder dos años más, las
consecuencias serán irreparables durante muchos años. Ya nadie esta libre de
caer en la exclusión social, basta con perder el trabajo de mayor o no
encontrarlo de joven. Hasta se puede llegar a ella de imprevisto debido a la precariedad,
a los contratos parciales, a que el Estado está dejando de proteger a los
españoles, al retirar las ayudas a la dependencia y subsidios. Es necesaria una
Renta Básica Universal de apoyo público, de al menos 700 euros al mes; con un
Salario Mínimo Interprofesional de 1.000. En Francia era de 1.430 euros en
2013. Claro que eso requiere la aplicación de un buen sistema fiscal, que los
conservadores nunca implantarán.
El seminario económico “The Economist” acaba de advertir
que el “misterioso” Rajoy puede llevar a España a “una espiral de muerte al
estilo griego”. No se fía de que tenga realmente un plan para salir de la
crisis. “Muchos se preguntan si el señor Rajoy tiene alguna estrategia para
restaurar la confianza en los mercados y entre los españoles”, afirma. En el
numero del día 8 se preguntaba: “A new Partido Té?” (¿Un nuevo Partido del Té?)
en España, conjugando lo que ocurre en el PP con la creación del partido Vox
por el expopular Ortega Lara, la salida de Alejo Vidal-Quadras, junto con la
renuncia de Jaime Mayor Oreja a encabezar la candidatura europea.
¡Que desinformados! El “Tea Party” instalado dentro del
Partido Republicano de EEUU, con sus sonados políticos, en gran medida ya se
muestra aquí, en infinidad de cargos populares. Repasen la lista: Gallardón y
el aborto. Esperanza Aguirre y la sanidad madrileña. El ministro Soria y las
eléctricas, con bastante parecido a la estafa de las “preferentes”. El del
Interior y su represión a inmigrantes. Wert con su Lonce. Más Mariano Rajoy de capataz
y guía. Eso sería, lo que nos faltaba. Aunque el PP ya se asemeja mucho, al
ultraconservador partido del té.
Siendo asimismo preocupante, la reciente declaración del
catedrático de la Universidad de Berlín, Ignacio Sotelo: “La crisis en España es
mucho más fuerte porque, cuando se desploma todo el aparato institucional y lo
único que queda es desigualdad y corrupción, es que esta ha calado mucho más
allá de la economía. Los datos macroeconómicos mejorarán pero el 40% de la
población no será empleable”.
Hace unos días, como consecuencia de lo que ocurre, el
actual jefe de personal de una importante empresa me dijo: “Este país no me
gusta”. Ni a mí, amigo, ni a mí.
22.02.2014 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista