No queríamos una derecha y ahora tenemos dos. La vieja del
Partido Popular y la nueva de Ciudadanos (C´s) que, va recogiendo los votos que
pierde la primera, presuntamente al objeto de ponerlos de nuevo a su servicio
después de las elecciones legislativas del 20-D. De ser así, esta hábil
maniobra, de impulsar al C´s para que todo se quede en casa, yo no sé quiénes
fueron los que la pudieron planificar -se habla del poderoso don dinero-; pero
reconozco, que puede salir bien, si con su voto la inteligencia de las
españolas y los españoles no la impiden en el último momento.
En el objetivo de este supuesto plan, cuyo principal fin
sería que la derecha no pierda el poder e impedir que la izquierda lo gane; ha
colaborado algo el emergente Podemos (PO), con su falso discurso inicial de que
no eran de izquierdas ni de derechas. Esa inocentada no fue creíble, dado que los electores los calificaban de
extrema izquierda; si bien sirvió, para que a continuación, Albert Rivera, al
frente de C´s, tuviera ya introducida esa vacía nuez del ni-ni en el
inconsciente de los electores cuando él empezó a decir la misma falsedad.
En menos de un año, con su ni-ni, la derecha o quizá
ultraderecha de C´s sube asombrosamente,
mientras que el izquierdismo de PO baja y cae. Lo que es incomprensible,
produciendo una total inestabilidad electoral. Porque claro, quien puede
entender que se cambie tanto y con tanta rapidez de un extremo ideológico al
otro de enfrente, suponiendo en términos políticos una total contradicción.
¿Cómo es posible que el pensamiento de un porcentaje alto de los votantes sea
tan volátil? Los cuales además tienen la llave, para que obtenga el gobierno
uno u otro partido, con una u otra ideología.
Así pues, con unos votantes con una intención de voto tan
ligera, que de la noche a la mañana prefiere a partidos tan dispares, ¿qué debe
hacer y proponer un partido serio como el PSOE para amoldarse a lo que las
urnas demandarán? ¿Debe seguir volcado totalmente en el centroizquierda o abrir
el mensaje para clamor del consumo popular? Todo ello, cuando al haber más
partidos en el arco electoral, en las encuestas el Partido Socialista está
estancado en una estimación de voto menor al 25%. Siendo este un porcentaje
bajo para gobernar, e incluso para formar un gobierno de coalición; porque en
mi opinión, para que eso sea posible y resulte eficaz, debe obtener como mínimo
un 10% más que el partido amigo a hermanar.
De momento, esta incoherencia electoral impedirá que el
Partido Socialista haga una política de izquierda más profunda. Lo que se ha de
interpretar, como que es la propia población la que limita el grado de
izquierdismo de los partidos, llegándose a la triste conclusión de que aún
queriendo, no se puede hacer una política progresista más intensa. Lo cual para
la población más necesitada e inquieta es un paso atrás en toda regla. En el
periodo del expresidente socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, desde este
blog fueron muy criticadas las políticas neoliberales -como la penúltima reforma
laboral- que su gobierno impulsó. Tildando a varios exministros y exministras
de “socialiberales”, al estar alejados de la izquierda y de la realidad socio
laboral del país.
Ahora en parte se puede volver a ese camino incorrecto, si
no se obra con prudencia y fijando el punto de mira en la verdadera
socialdemocracia que, de una vez, se ha de implantar con la intensidad que hoy
se requiere, en España y la Unión Europea. Así, el querer estar más donde suena
el trueno que donde cae la lluvia, puede conducir a nuevas sospechas y falsas
interpretaciones. Como ha podido pasar, con unas recientes declaraciones a El
País del líder y candidato socialista, Pedro Sánchez, en las que se confesó más
cercano ideológicamente al socialista francés, Manuel Valls, que al laborista
británico Jeremy Corbyn (conocido por su izquierdismo), de quien dice que “no
ha entendido el proceso de globalización en el que estamos”. Añadiendo que la
izquierda “no debe ser enemiga de palabras como competitividad o
productividad”, con las que yo también me identifico plenamente.
No obstante, puede considerarse más recelosa la
afirmación: “La globalización, la desregulación financiera y la crisis
económica han obligado a reformular el discurso de la socialdemocracia europea.
En Reino Unido, Francia, Portugal, Italia y Alemania se aprestan a
reconstruirlo”. También es el turno de España y el líder del PSOE se decanta
por la vía moderada, muy próxima a la que defiende Valls, quien se define como
“socialrreformista” para rechazar el calificativo de “socialiberal”.
Otra vez esta horrenda palabra vuelve a sonar. Sólo una socialdemocracia viva la callará.
27.11.2015
Fernando Bolea Rubio
Sindicalista