Las
ideologías marcan el comportamiento en la política. Por muchas
otras apreciaciones que se puedan alegar, éstas son tan simples que
solo se dividen en dos: en izquierda y derecha. En líneas generales
se puede decir que, al menos teóricamente, la izquierda pretende
utilizar el capital público para beneficiar a las clases bajas y
medias de la población, con criterios de igualdad y desarrollando el
país. Mientras que la derecha usa lo público para lucrarse de él,
recortando el Estado del bienestar, para pagar menos impuestos, al
objeto de que las personas humildes no se puedan favorecer de su
capital.
Así,
al presidente, Mariano Rajoy, hay que situarlo en su contexto. En
cuáles son sus fines ideológicos, para valorar si los aplica o no y
lo que suponen el alcance de los mismos. Pues bien, podemos decir que
para él y los suyos, el susodicho personaje es un fenómeno...
cumpliendo a rajatabla la biblia de la derecha y del oculto gran
capital. Una muestra de ello es, el que con su reforma laboral de
2012, ha reducido tanto los salarios y las condiciones de trabajo que
hoy en día, en el mejor de los casos, los trabajadores españoles
“son pobres con empleo”, de lo cual los malos empresarios están
encantados. Con los recortes presupuestarios que introdujo en
sanidad, educación, investigación, infraestructuras, España ha
perdido parte de su valor social y económico. Los pensionistas van
camino de la miseria más absoluta. La juventud huye despavorida al
extranjero. El país ya es totalmente de la derecha, como el Partido
Popular quería conseguir, cuando accedió al Gobierno en 2011.
Configurándose Rajoy como el gran campeón de la derecha, de aquí y
de la Europa entera.
En
consecuencia hay que reconocer, que Mariano Rajoy es un buen
político. Están muy equivocados los que aseguran que no lo es. Es
bueno, claro está, para él y para la derecha que representa, no
para el conjunto de la sociedad. Sin embargo, no se puede decir como
hace la izquierda, que Rajoy y el PP gobiernan mal y se tienen que
ir. Lo hacen estupendamente, en base a los criterios ideológicos que
los definen.
Por
lo tanto, debe ser en esta realidad ideológica donde la izquierda
debe centrar su oposición al Gobierno. Ella tiene que seguir
hablando con la gente, pero primera y fundamentalmente de esto.
Dando una respuesta global, no tantas parciales como ahora ocurre
cuyo efecto es menor. Las mareas de sanidad, educación,
pensionistas, invadiendo las calles por separado, demuestran el
malestar existente y poco más. En las luchas de los setenta que
fueron las más efectivas, el movimiento obrero centró el mensaje,
luchaba contra el franquismo, la democracia y la libertad; lográndose
los tres objetivos, en unas peores circunstancias porque las
diferencias ideológicas y de clase eran más acentuadas. Pero no se
dividieron las fuerzas, todos íbamos a lo mismo, con el mismo grito
e igual mensaje. Ahora el clamor general debería ser pelear por la
ideología que más nos interese, que en mi opinión es la
socialdemócrata, dejando claro a todo el mundo qué es la derecha y
para qué sirve.
A
los hijos e hijas hay que hablarles de ideología, para que entiendan
la política y el mundo que les rodea. La derecha ya sabemos lo que
es, mas en la izquierda los jóvenes no distinguen entre unas
opciones y otras, apoyando por lo general al que más grita, o al que
más horas de TV acumula, aunque no sepa lo que dice ni lo que
pretende. Hay que hablarles de socialismo, comunismo, anarquismo,
como siempre se ha hecho y quizá actualmente con mayor ahínco, dado
que como el fenómeno Podemos demuestra, una cadena de TV puede hacer
que la izquierda se rompa, para que no sea alternativa de gobierno;
pretendiendo de paso, que ganen las derechas del Partido Popular y
Ciudadanos. La situación está muy mal. No se puede perder el tiempo
en exquisiteces. Quitemos la venda que no deja ver y actuemos en
consecuencia.
En
la propia socialdemocracia europea, hay una herida de muerte. Las
bases siguen siendo socialistas, a la vez que la mayoría de los
cargos orgánicos y políticos se han vuelto de derechas. Las pruebas
son fáciles de obtener, sígase la trayectoria de Felipe González
-el que en su día nos hizo llorar en los mítines-; de François
Hollande que ha destrozado el socialismo francés; Matteo Renzi, con
su estrago italiano. ¡Y lo que nos queda por ver!
20.
04. 2014 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista