En tres años de Mariano Rajoy, se ha hecho realidad y
popular la frase “pobres con empleo”, que oí pronunciar por primera vez a un
sindicalista aragonés. Son necesitados con trabajo: Sobre todo los jóvenes,
muchísimos mayores, así como una elevadísima parte de las trabajadoras y
trabajadores españoles debido a los recortes salariales que sufren. Como
resultado del calamitoso contexto laboral en que la crisis y el Partido Popular
han dejado el país.
Así, este excesivo e injusto retroceso, debería ser tenido
como un vergonzoso castigo para el mundo del trabajo, reaccionando éste en
consecuencia. La presidenta de honor de ATTAC, Susan George, acaba de asegurar:
“Los españoles son ratas de laboratorio: a ver cuánto castigo toleran sin
rebelarse”. En agosto de 2012, yo ya escribí aquí que podríamos ser un campo de
pruebas del capital gobernante, en su contienda de ir desmontando el Estado del
bienestar en la Unión Europea.
Sonrojo, pena, enfado, me producen estas abusivas calamidades
que sufren tantísimos asalariados. Con padres que dicen: ¿Para que he luchado
yo, si principalmente lo hicimos para que nuestros hijos vivieran mejor que
nosotros y están teniendo empleos esclavistas? Es verdad, a los jóvenes los han
convertido en simples autómatas del trabajo, quitándoles por su inseguridad
contractual... hasta la dignidad de protestar. Únicamente les queda emigrar o
mendigar un trabajo y hasta en él. De modo, que esto se tiene que acabar, sin
pérdida de tiempo.
El líder del PSOE, Pedro Sánchez, dice: “Deberíamos
afrontar juntos el problema del trabajo, es necesaria una gran coalición entre
el Gobierno, las empresas y los sindicatos”. A mí me parece muy bien, porque
toda la vida he creído como mi sindicato UGT, que el diálogo y la negociación
son la mejor solución. Aún sabiendo que, a muchos empresarios españoles les
cuesta aceptar lo nuevo y la realidad de los tiempos, dado que no entienden que
los sindicalistas también queramos a las empresas. Si bien deseamos, que sean
seguras y justas para los trabajadores.
El primer ministro francés, Manuel Valls, ha dicho: “Amo a
las empresas”. Lo mismo podría decir yo, al igual que cualquier buen
sindicalista, siempre que la organización del trabajo, la estabilidad laboral,
los salarios, sean acordes con la aportación que los trabajadores hacen. ¿Qué
no hay empresas así? Ya lo creo que las hay. A las que no han llegado a tanto,
hay que hacerlas rápidamente tan humanitarias como productivas. El
procedimiento de puesta en práctica podría ser, por medio de esa gran coalición
que con acierto Pedro propone. El empleo se crea en las empresas, ¿cómo los
sindicalistas no las vamos a querer?
El nuevo ministro de Economía francés, Emmanuel Macron -al
que sus oponentes llaman “social-liberal” y “socialdemócrata”, vaya
contradicción- afirma: “Hay que repensar uno de los principios de la izquierda,
según el cual la empresa es el lugar de la lucha de clases”. Hoy, sin duda, voy
a parecer algo afrancesado y flojo en la contienda empresarial; pero en este caso,
yo estoy de acuerdo con él. En mi ideario sindical, hace mucho que opte por
cambiar el Sistema de Confrontación por el que yo llamo de Participación
Compensada de los Trabajadores en la Empresa. Considerando, que las partes
económica y social de las firmas han de unir y superar sus diferencias, con el
criterio “gana-gana” en “zonas de
interés compartido”, por medio de relaciones laborales de mayor consenso y
confianza y menor conflictividad laboral.
Estas ideas, se podrían añadir a la solución del problema
del trabajo, que el secretario general socialista propone, al aumentar la
competitividad y la rentabilidad empresarial; a la vez que el empleo, las
mejoras salariales y de condiciones, la estabilidad laboral de las personas.
Por lo que voy observando, la implantación mayoritaria de esta nueva cultura
empresarial y sindical, tiene todavía mucho recorrido por hacer. No cabe duda,
de que la gubernamental reforma laboral de 2012 (de la que el Presidente Rajoy
tanto presume cuando viaja), ha paralizado sobremanera y muy negativamente los
avances que anteriormente había en este sentido. Cabe hasta decir que, por
culpa de ella, se ha producido un lamentable retroceso, de la que debe ser la
auténtica modernización de las empresas y del sindicalismo español.
De otra parte, los ciegos mentores de la teoría de reducir
los salarios españoles para ganar competitividad exportadora; por fin, se dan
cuenta de su error, al comprobar que han arrinconado la demanda interna.
Defendiendo ahora la Organización para la Cooperación y Desarrollo (OCDE), que
los sueldos españoles empiecen a mejorar tras años de recortes como forma de
fortalecer el consumo y la recuperación. Siendo de la misma opinión, la
Organización Internacional del Trabajo (OIT); después de que en agosto de 2013,
recomendó “bajar los sueldos españoles hasta el 10% en dos años, para crear
empleo”. En todo caso, el director general de esta última, Guy Ryder, hoy
indica: “No creo que sirva para nada bajar más los salarios en España”. Así
pues, la realidad y la coherencia se empiezan a imponer. Razones estas que como
una lámpara, iluminarán las mesas de negociación.
Al Secretario General de MCA-UGT, Carlos Romero, le he
oído decir en Zaragoza que, la recuperación está lejos y que no habrá
recuperación hasta que no haya recuperación en el empleo. Que el “empleo no se
crea con subvenciones, se crea con demanda”, por eso es necesario mejorar el
empleo y los salarios. Afirmó categóricamente, que es el “momento de subir los
salarios” un dígito más, sector por sector y empresa por empresa (la subida
salarial media esta en torno al 0,55%, por debajo del 0,6% recomendado). Alegó,
que es el momento de vincular el salario a la productividad, no al IPC real, en
parte por su tendencia negativa; sólo por eso y coyunturalmente, a mí me parece
bien. Razonó, que la industria tiene que recuperar el poder que tenía,
alcanzando inicialmente un 20% del PIB en 2020. Demandando socialmente, el
reconocimiento del papel de los sindicatos en la sociedad, más la defensa del
hecho sindical en la Constitución. Todo perfecto y así se lo dije.
Actualmente, los sindicatos y la patronal están negociando
un nuevo acuerdo para el empleo y la negociación colectiva y en el horizonte se
ha fijado la idea de poner fin al ajuste salarial. UGT, CCOO y CEOE se han
sentado en la mesa, con la idea de que a partir del 2015, los convenios
colectivos deberán reflejar el fin de la recesión y recoger incrementos en las
retribuciones. Pactándose estas, en cada uno de los sectores y empresas en
función de la recuperación de la actividad. Lo que me parece magnifico.
Sin embargo, continuamente acechan los malos pensamientos
patronales interesados. Ya han saltado voces como la del socio de Cuatrecasas,
Salvador del Rey Guanter, que quieren cambiar la estructura del salario, al
declarar: “En España el problema ha sido que teníamos un tanto por cien de
salario fijo muy alto comparado con el variable -en función del rendimiento y
objetivos- que era demasiado escaso. Ahora esperamos que con la reforma
laboral, podamos tener un nivel de variabilidad en los salarios mayor al que
teníamos antes”.
Por lo anterior y lo que he oído comentar a empresarios,
mucho me temo que en algunas negociaciones, la estrella del momento sea el
salario variable en detrimento del fijo y seguro, que querrá introducir la
parte empresarial. Hasta puede ocurrir, que se proponga que todo el incremento
sea variable, lo que no se ha de admitir nunca. El variable, ha de estar ligado
a objetivos de participación de la plantilla en mejora de la calidad, de
sugerencias, de ahorro del despilfarro; pero en una pequeña parte y con la idea
de subir más de lo habitual los incrementos. Por ejemplo, si la reivindicación
sindical de 2015 fuera de un 1,5%, perfectamente se puede acordar un 1% más
como incremento variable (1,5+1=2,5% en total), como consecuencia de los
objetivos obtenidos por la colaboración. En un artículo de abril, incidí en
esta cuestión.
Así todo, yo pienso que la fundamental idea sindical
tendría que ser, pelear con mucho tesón por la recuperación del poder
adquisitivo perdido, en el menor tiempo posible. En eso, el sindicalismo alemán
esta dando un buen ejemplo. Los salarios reales en Alemania subieron entre
abril y junio de este año un 1,2% en términos interanuales, al incrementarse
los salarios nominales un 2,3% mientras la inflación avanzo un 1,1%. Sin
embargo, como su planteamiento sindical a día de hoy es también la recuperación
de lo devaluado. En julio de 2014, el sindicato IG Metall solicito un
incremento salarial del 5% -con
manifestaciones en la calle y carteles alusivos al número que me
hicieron recordar sus históricas demandas por las 35 horas-, porque en los
últimos años los salarios se les han quedado desfasados en relación al coste de
la vida. En esto los sindicatos tienen un buen aliado, el Bundesbank. Aquí, no
esperemos lo mismo del Banco de España.
La OCDE calcula que en España las reducciones salariales
durante la crisis han sido de alrededor de un 2% anual. Solo con una caída del
10% de manera general y bastante más en muchos casos, ¿cuántos años se tardarán
en recuperar el poder de compra perdido? A un 2% por año serían cinco hasta el
2020 y con menos cuantía se podría llegar al 2025. De ser así, habrá que
recorrer antes la carrera, porque la clase trabajadora española no debe soportar
una década más, las penurias salariales y de inestabilidad laboral del
presente.
En resumen: acción, cautela con el variable y recuperación
del honor salarial, en la reconquista del trabajo decente.
17.10.2014 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista