La
socialdemocracia europea no es casi nada y se tiene que levantar. Partiendo de
la evidencia, de que la derecha y el capital eran localistas y la izquierda
internacionalista; cuando ahora es al revés, en nuestro perjuicio. El que poco
más o menos, se haya perdido ese principio de unión sin fronteras de las clases
populares, no tiene explicación. Lo cierto es, que la derecha se impone con
suma facilidad en toda la Unión Europea, sin que haya excesivo interés, en que
exista un bloque socialista opositor y ganador bien organizado y fuerte, en
cada uno de los países y de modo general.
Si los
luchadores de antaño vieran el estado en que se encuentra su ideología,
cogerían los palos de las banderas rotas y los actuales dirigentes avergonzados
no sabrían que decirles. ¿Cómo les iban a explicar, que las terceras vías medio
derechistas que se han practicado han sido un fracaso? Suponiendo además para
el socialismo, una salvaje fragmentación en reinos de taifas, con mando
individual en plaza, del tipo “sálvese quien pueda” y el “último que cierre la
puerta”. Más, una sombra de desconfianza general de difícil recuperación.
Quedando una duda a dilucidar, ¿se quiere de verdad recomponer la idea del
socialismo universal y metas similares, o para algunos partidos con la poca
unión y entendimiento que hay es suficiente, para no adquirir mayores
compromisos de solidaridad internacional?
Del
socialismo europeo nació y se propagó el Estado del bienestar que, actualmente
va revocando el neoliberalismo gobernante, ante la pasividad de la
Internacional Socialista que parece no existir. Por tanto, así no se puede
continuar. De una vez, hay que tomarse muy en serio erradicar esta infernal
dinámica de acorralamiento, usurpación de derechos, malas condiciones de vida,
en que los pueblos europeos se ven sometidos, sobre todo en el sur. Defendiendo
a las clases bajas e intentando situar a las altas en la grandeza de la
justicia social.
¿Pero por
donde empezar? Veamos el contexto general. El siempre admirado socialismo
francés, esta cruzando por verdes praderas al gobernar y oscuros túneles por su
gestión. Como resultado, de recortes públicos exigidos por Alemania-Bruselas,
dado el poco vigor de la economía gala; principalmente, por la causa ajena de
la fracasada política económica que en la Unión la derecha impone. Y, debido
también, a las dos almas ideológicas que históricamente conviven en su seno.
Una de socialismo de gobierno y de gestión, junto a otra de protesta y
descontento. Con razones una y otra, si bien sin suficientes consensos entre
ellas; y a su vez, demasiado afán de hacer públicas sus diferencias, para
desorientación de la población y perdida de estimación hacia sí.
Como dice
el secretario del Partido Socialista francés, Jean-Christophe Cambadélis,
“siempre ha habido dos culturas de izquierda en Francia: una que predica la
reforma, la otra que quiere tener el monopolio de la protesta”. Para Jean-Marie
Colombani, “los socialistas franceses están pagando caro el no haber querido
hacer nunca el aggiornamento (puesta al día) ideológico que los demás han
realizado”. “¡Hay que ser socialistas antes que marxistas!” se dijo aquí. Es
extraño, el que no sepan bien, si son socialistas (democráticos, claro) o
socialdemócratas, cuando estos dos conceptos a todos los efectos significan lo
mismo. Así, las consecuencias son pésimas para el socialismo-socialdemocracia
francesa.
En mi
opinión, no toda la culpa de la caída del socialismo francés, la tienen las
reformas que se hacen -calificadas de neoliberales por unos y negadas de que lo
son por el Gobierno-, sino que hay que valorar otras variables.
Por obtener
el 51,63% de los votos en la segunda vuelta, el socialista François Hollande es
presidente de la Republica Francesa, desde el 15 de mayo de 2012. Sumando como
tal 28 meses tan solo. Y, en ese corto tiempo, ha cambiado a su primer ministro
y éste al ministro de economía. A más de que entre sus parlamentarios, se han
organizado los que se autodenominan “les Frondelirs”, -los contestarios-, de la
tendencia de protesta al uso. Los cuales, amenazan continuamente con abstenerse
o votar en contra de las propuestas del primer ministro, Manuel Valls, llegando
a cumplir sus ultimátums, en un clima de
sensación de inseguridad política permanente. Lo que se traduce en pérdidas
de valoración popular de los líderes, puesto que el 80% de los franceses
desaprueba la gestión del presidente, mientras que otro 56% no respalda la del
primer ministro; con un apoyo del 59% y el 63% respectivamente de los
simpatizantes socialistas.
Para mí es
magnífico, que la izquierda socialista francesa exista y que luche con empeño
por sus ideales; aunque la sensatez y lo bien hecho no le quitaría valor a su
política más social. Yo pienso, que nuestros vecinos socialistas deberían
proceder con más criterio unitario, lavando asimismo lo sucio y separativo en
casa. Hollande trata de influir en Merkel en contra del austericidio económico
de ella, mas todo es infructuoso. ¿Hollande y Valls -que acaban de perder la
mayoría en el Senado- harán caer aún más el socialismo francés? Me temo que sí,
porque por una u otra razón, no hacen lo que prometieron y eso no se perdona.
Por estos y más motivos, dejemos a los compañeros franceses allí, aclarándose entre ellos, ya
que en relación a ser antorcha socialdemócrata para los demás territorios, de
momento les falta luz e intención impulsora.
De los
socialdemócratas alemanes, igualmente gobernando -pero en coalición con los
democristianos de la canciller Angela Merkel-, en el criterio de aumentar la
organización y el empuje socialista europeo e internacional, se debe esperar
poco. El efecto de su política influye en Alemania, con la implantación del
salario mínimo, la jubilación a los 63 años. Sin embargo, su aportación al
resto del socialismo, seguirá siendo nula, si la política económica que desde
ese país se dicta y los poderes neoliberales ejecutan, sigue siendo la del
dogma de fe merkeliana de no gastar más de lo que se ingresa. Sin ningún
criterio keynesiano, de estimular la economía cuando desfallece. Como Barack
Obama ha hecho en EEUU. Y, en Europa, sin el influjo negativo del norte, se
tendría que hacer.
De los
socialdemócratas italianos decir, que de la unión de los tres principales
partidos de la historia republicana: El Partido Comunista Italiano, la
Democracia Cristiana y el Partido Socialista Italiano; nació el Partido
Democratico, de centro izquierda, por su cultura socialdemócrata y social
cristiana. Su líder, Matteo Renzi, es el actual primer ministro italiano y un
político a tener en cuenta, a pesar de tener algún defecto antisindical a
corregir. Él no quiere seguir la senda de la austeridad. Se niega en redondo a
tomar como ejemplo a España: “Me dan ganas de reír”, afirmó. Quiere cambiar
Italia en los próximos 1.000 días. Asegura, que su Gobierno “no puede imitar a
otros países europeos reduciendo el sueldo a los trabajadores”. En materia de
reforma laboral, su modelo es el alemán y no el español. Los sindicatos lo
esperan, porque no quieren ceder en los derechos históricamente adquiridos. Con
el Partido Democratico y Matteo Renzi, habrá que contar.
El
socialismo portugués y el laborismo británico, encabezan las encuestas para
ganar sus respectivas elecciones el próximo año. Lo cual, si se une a los
Estados que ya se gobiernan; se puede decir, que la socialdemocracia y la
izquierda europea van acumulado fuerza, para con unidad y nervio cambiar la
actual “Europa de los mercaderes”, por una “Europa de los ciudadanos”, tal como
en su día se pretendió.
La
socialdemocracia española esta viviendo un nuevo tiempo, con el recientemente
elegido secretario general del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro
Sánchez, al que las clases media y trabajadora tienen que aupar hasta la
presidencia del Gobierno en 2015; para bien, de la inmensa mayoría de los
españoles. Si fuera así, la Internacional Socialista recibiría un fuerte
impulso, al poderse unir en los debates de Bruselas, las socialdemocracias:
francesa, alemana, italiana, española, y hasta quizás, la portuguesa,
británica, más otras con incidencia también.
Cabe la
sugerencia, de que Pedro Sánchez y el PSOE, empiecen ya a jugar un papel más
determinante en la socialdemocracia europea; no siendo España vagón de cola,
sino máquina motriz. Para el trío, Manuel Valls, Matteo Renzi, Pedro Sánchez,
el mitin conjunto que recientemente dieron en Italia... ha de ser el principio
de una buena amistad. A su manera, el colega alemán, Sigmar Gabriel, algo hará.
3.10.2014 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista