La posible separación de Cataluña del Estado español esta causando una gran preocupación en el país. Si llegara a ocurrir sería un autentico desastre político, económico, social para Cataluña y para España. En mi opinión, las personas que no lo entiendan así están desinformadas y sumamente equivocadas; por lo que yo les recomendaría, que mediten con detenimiento lo que podría suponer. Sabiendo de antemano, que la izquierda y el movimiento obrero-sindical es internacionalista. Lo mismo que el deseo separatista de allí, ha sido siempre propio de la burguesía catalana y de nadie más.
Consecuentemente, ¿para qué tanto apoyo de las clases populares a este acontecimiento? Lo hacen porque entienden que sería beneficioso para sus intereses, sin pensar seguramente en la evolución negativa empresarial y para el empleo que podría tener. El aislamiento de la Unión Europea si se llegara a dar, les llevaría a un considerable retraso. Y, por descontado, las clases media y trabajadora sufrirían las peores consecuencias. De modo que sensatez, por favor.
Lo cierto es, que el país se encuentra en una situación bastante delicada, por la ofensiva separatista del Presidente de la Generalidad de Cataluña, Artur Mas, junto con su partido Convergencia Democrática de Cataluña (CDC); con el principal apoyo, de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y su presidente, Oriol Junqueras. A buenos analistas les he oído decir, que el problema catalán lo veían tan grave que para ellos no tenía solución, dando a Cataluña por perdida sin remedio. Hasta he escuchado comentar inquietudes bélicas que se podrían producir, recordando las guerras yugoslavas de 1991 a 2001. Un amigo me manifestó, que se vayan, que se vayan ya, porque tengo un hijo de 18 años y no quiero que su vida llegue a correr peligro. Lo dicho puede parecer exagerado, pero son inquietudes de lo que por el problema catalán la gente llega a tener en la actual circunstancia.
Sin embargo, los catalanes no son los únicos culpables de este ilógico desaguisado. Todo obedece a la falta de acuerdos entre los gobiernos catalán y central, así como por el nulo liderazgo y poca resolución del Presidente Mariano Rajoy. Sin dejar de censurar el interés electoral del Partido Popular, porque haciéndose fuerte en el anticatalanismo existente, ganan votos en el resto del país. Aunque por su irresponsabilidad política, la nación española se pueda llegar a empequeñecer. La culpa de lo que acontece la pueden tener al 50% los separatistas catalanes y los separadores madrileños, al no parar estos de ensuciar en vez de limpiar las relaciones con aquellos.
Hace años un viejo amigo socialista me dijo: “Yo soy autonomista en la medida que lo es mi partido”. Hoy yo puedo decir lo mismo, en relación a la posición con Cataluña del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en su ámbito federal, cuya aportación al Estado de las Autonomías español la refleja bien. Si bien defiero de las tesis que viene defendiendo el Partit dels Socialistes (PSC); como el derecho a decidir en el marco de la legalidad, cuando para el profesor Bernardo Bayona Aznar: “La secesión no es un derecho”. El segundo partido esta integrado orgánicamente en el primero. Pero dispone de una corriente interna excesivamente nacionalista, que duda y se desvía de lo que es y debe ser la filosofía del buen socialismo. Entendido este, como método y compromiso de unión con todos los habitantes más desfavorecidos de la tierra, sin ver fronteras divisionarias. Ni pretender tener más privilegios que los demás españoles, por el hecho de vivir en un lugar diferente sea este más o menos solvente.
Lo primero a puntualizar es, que los impuestos los pagan los ciudadanos no los territorios. Es decir, que si todas las personas aportan las mismas tasas, han de recibir del Estado iguales servicios. Por lo que no cabe pregonar en voz en grito: “España nos roba”, como los independentistas catalanes hacen para calentar el ambiente separatista. Dado que es insolidario y de mentes exclusivitas repetir la canción: “Cataluña aporta a España más que lo que recibe”. Y si es así ¿qué? Deben pedir más al Gobierno central, si lo percibido en los presupuestos no es suficiente para atender las necesidades sociales, al mismo nivel que en el resto de los territorios. Claro es, llevar como cerilla de agitación exclusivamente la aportación del territorio es antipolítico y antisocial. Lo mismo podrían argumentar tres comunidades más y no lo hacen.
El nacionalismo es una política que no tiene fin. Siendo ese un defecto insalvable. Queremos la autonomía, téngala usted. Y se tendrían que disolver, pero no. Ahora deseamos la independencia y en caso de lograrse, después Barcelona aspiraría a ser primero autónoma y posteriormente independiente de Gerona o de quien sea menester. Al igual que en establecimientos de Barcelona, no hay anís La Castellana por sus rivalidades con Madrid. Los de Huesca, agradecieron comercialmente que la cerveza La Zaragozana se llamara solo Ámbar, por piques con Zaragoza. Se acabaría diciendo esa montaña es mía. Al menos he conseguido tener la piedra que en su día tropecé.
CIU y ERC están jugando con fuego, al hacer saltar de pronto la fiebre del independentismo, manipulado con lo que llaman el derecho a decidir por medio de un referéndum, que ha sido prohibido por el Estado por anticonstitucional, lo cual Artur Mas respeta y obedece. De todas formas, los independentistas están llevando el conflicto demasiado lejos. Llegar a plantear que se quieren ir de España es demasiado arriesgado y chulesco. Si tienen diferencias la negociación es la vía de solución. Con exabruptos y metas irrealizables no avanzarán. En Aragón también podríamos plantear la secesión, si por ejemplo el Gobierno Central no financia la reapertura del ferrocarril de Canfranc para pasar a Francia. Esto sería descabellado y en Aragón nunca se hará, entre otros motivos, porque sus habitantes están orgullosos y encantados de ser aragoneses y españoles en la misma proporción.
Si la autodeterminación de Cataluña se llegará a plasmar, la Comunidad de Aragón al quedar limítrofe con el nuevo país independiente, obtendría ventajas que hoy no tiene. Se construiría su demandada Travesía Central, para conectar directamente por ferrocarril España con Francia, dando salida a las mercancías del Corredor del Mediterráneo y al tráfico de personas. Un estudio de la Societat Catalana contempla: “El efecto frontera y la deslocalización afectarían gravemente a su economía y tendría un fuerte impacto en el crecimiento, el empleo, las finanzas públicas y el sistema bancario. Los flujos comerciales de Cataluña con el resto de España se contraerían un 45%”.
Este informe -que pretende dar la réplica a las favorables afirmaciones separatistas que hace la llamada Assemblea Nacional Catalana- puntualiza, que “el 16% de los catalanes perderían su empleo” por la secesión. Un 75% sería por el efecto frontera y el 25% restante sería por la caída de las inversiones, aseguran. El informe deja claro que “Aragón es el primer cliente catalán, con compras por 11.500 millones al año, seguido de Francia a la que Cataluña vende 9.800 millones”. Ciertamente, parte de las salidas económicas de la separación recaerían en Aragón, beneficiándose en materia de empleo y desarrollo inversor. Pero aún así, yo prefiero y deseo la continuidad de Cataluña dentro de España. Y, me opondré, a todas las corrientes que la quieran fragmentar.
No obstante hay que desdramatizar. Me da la sensación, de que en el fondo la apuesta no va en serio. Llegando a pensar, de que solo se trata de movilizaciones reivindicativas de protesta, como si fuese una huelga, para sentarse con mayor fuerza en la mesa de negociación con el Estado cuando llegue el momento, que sin duda llegará. Únicamente así, entendería la posición de los sindicatos catalanes defendiendo el derecho a decidir, haciéndole el juego al independentismo.
No hay que obviar, que con el montaje secesionista CIU y el Ejecutivo catalán tratan de tapar otras vergüenzas, como son su fracaso en política económica, los recortes antisociales que como buen partido conservador realiza. La eliminación de servicios sanitarios, las carencias en educación. La pobreza y la falta de medidas sociales para paliarla. El paro y la marginación a la que se somete a la clase trabajadora.
Al juego separatista, hay que quitarle todo lo que tiene de efecto electoralita para CIU, ERC, PP. Si Artur Mas y Oriol Junqueras son tan independentistas, ¿a que diablos es debido, el que no se pongan de acuerdo para hacer una candidatura conjunta e ir a las elecciones autonómicas plebiscitarias, que vienen asegurando que les darían la cobertura necesaria para declarar la independencia por si mismos, si obtenían mayoría absoluta? La causa es que los dos quieren encabezar esa hipotética candidatura unitaria, para seguidamente postularse como Presidente de Cataluña, el que sea el primero del escalafón. Por tanto, ¿qué ocurre? ¿Qué les importa más su ambición personal, que la propia independencia de Cataluña, que tanto dicen amar? En fin, todo podría ser una gracia del Club de la Comedia, si la desfachatez de estos dos personajes no fuera tan seria.
De todas formas, la relación elecciones plebiscitarias y acceso directo a la independencia, tal como se asegura; hasta en mí ha producido alguna inquietud. Ahora bien, el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, aclaró mis dudas al declarar: “Vamos a ir a unas elecciones que serán otro engaño. Las llaman plebiscitarias, pero yo no sé lo que es eso. Sé lo que son unas elecciones generales o municipales. Las plebiscitarias no salen en la Constitución, ni en el Estatuto, ni en la ley Electoral. No es verdad que seremos independientes. Se puede intentar una declaración unilateral, pero al día siguiente sería suspendida y ningún país reconocería a Cataluña. Las elecciones plebiscitarias son un intento de tapar un fracaso”. Gracias Miquel.
A pesar de todo, yo vengo considerando que a Artur Mas hay que ayudarle dándole una salida. Él tiene sobrados motivos para quejarse, a consecuencia de la impugnación constitucional que el Partido Popular -con Mariano Rajoy a la cabeza- hicieron del Estatuto de Cataluña, una vez ratificado en referéndum por la población catalana. Eso no se hace y menos habiendo más autonomías en iguales circunstancias (como la valenciana), a las que no se les hizo la misma objeción. Eso estuvo fatal y ahora se pagan en gran medida las consecuencias. Para salir de este galimatías, en Cataluña hay que aplicar una política de Estado, porque España y Cataluña merecen que se haga así. El PSC está dispuesto a asumir el coste político de apoyar a Mas. Esto para mí supone un gran avance.
¿Qué va a pasar? Nada. Algo tan espectacular y sin efecto como será ver -si se hace- el 9 de noviembre votar a mucha gente en cajas de cartón, en una votación sucedánea, como se intuyó que ocurriría. Y según sea el resultado de participación, se tensarán más o menos los arcos para empezar la siguiente contienda electoral; porque la misma será inevitable, si continúa la actual alianza entre CIU y ERC. Quedando todo en papel mojado, porque se seguirá mareando la perdiz, con declaraciones fastuosas y hechos anticonstitucionales que no llevaran a ningún sitio, aunque incrementarán el malestar ciudadano de dentro y fuera de Cataluña. Sería como volver a ver girar la rueda de la ruleta, con la bola parando siempre donde no hay premio.
¿Cómo puede acabar? CIU ha de optar por gobernar con el apoyo de ERC, o por medio del soporte que le prestaría el PSC dejando de hacer un tipo de oposición concreta. Con esta última alternativa, CIU podría acabar la legislatura gobernado hasta 2016, evitando elecciones prematuras. Con lo que podría haber dos años para acordar con el Estado una solución definitiva, modificando la Constitución en lo que proceda y el consenso permita, tal como Pedro Sánchez y el PSOE plantean.
El Problema de Cataluña es que tiene malos políticos y malas políticas. Pero la queremos tal como es y no es por un interés economicista, sino porque a los españoles el corazón nos late así.
31.10.2014 Fernando Bolea Rubio
Sindicalista