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Zaragoza, Aragón, Spain
Sindicalista de UGT Zaragoza entre 1977 a 2006. Periodo en el que fue uno de los refundadores de UGT Zaragoza, Sº de Acción Reivindicativa de UGT Zaragoza, Sº General de UGT en General Motors España, Presidente del Comité de Empresa de GM España, Sº General de UGT Metal Zaragoza, miembro del Comité Confederal de UGT y formó parte del Comité Europeo y Mundial de General Motors .

martes, 25 de enero de 2011

Esperanzas, salarios y látigos de papel

Con medio año de retraso, aunque más vale tarde que nunca, una pequeña esperanza brota en el movimiento sindical, debido al hecho de que el Ejecutivo esté negociando con los Agentes Sociales: la reforma laboral y las pensiones, entre otros asuntos; lo cual es positivo, porque a pesar de que los sindicalistas llevan eternamente las movilizaciones en el corazón, negociando nunca se pierde el tiempo. La negociación es buena para las partes, siempre. Al final hasta las guerras acaban con un acuerdo. En próximas fechas conoceremos el resultado.

Otra rama de confianza florece, al reconocer en los últimos días, tanto el Presidente Zapatero como el Gobernador del Banco de España, la tormenta  bancaria española, asentada más fuertemente en las cajas, por su necesidad de una rápida recapitalización por las secuelas del ladrillo, que han secado la fuente que fluía el crédito a PYMES y autónomos.

“Lo que el ladrillo nos dio el ladrillo nos va a quitar”, ha dicho un líder socialista. Sí, pero no a todos, ya que como afirmó en 2006, Antonio Baratech, del Grupo Ferrovial: “Las grandes fortunas han venido por ventas de suelo urbanizable”. Esta semana  leemos impresionantes noticias de prensa: “Los mercados han cerrado a cal y canto el acceso a la financiación de las cajas”, “Fondos de otros países buscan comprar cajas a precio de saldo”, “Las dudas sobre las cajas en los mercados son formidables”, “La conversión obligatoria de las cajas en bancos no nos gusta” (CECA). “El lobby de las cajas planta cara al Gobierno por la aceleración de la reforma”, a pesar de que el IBEX-35 avanzó casi un 15% en menos de dos semanas, desde el 11 de enero que ZP anuncio que se preparaba la reforma en pos de la solvencia de estas entidades.

El efecto sobre el empleo será enorme. Se cerrarán oficinas, empeorándose el servicio. Y, por descontado, nadie sabe con exactitud el capital que necesitan las cajas. La desorientación es tal, que  se habla de una imprecisa horquilla de entre 10.000 y 80.000 millones. Ningún ser humano sabe la cantidad exacta. Unos la cifran en 42.800 millones, otros en 44.900, lo hacen en 50.000 y parece existir un cierto asentimiento en valorar la brecha en 60.000 millones de euros. Pudiendo ser más, sobretodo si entran en juego algunos bancos y empiezan a lanzar la pelota.

Con este desaguisado financiero se demuestra que la incompetencia del Banco de España, ha llegado a limites inconcebibles. Ha estado perdiendo el tiempo dos años, al afirmar reiteradamente que la banca española no tenía problemas, a pesar de que la burbuja inmobiliaria en España era una de las más grandes del mundo, lo que parecía milagroso; mientras que otros países, se dedicaban a sanear sus entes financieras y actualmente están saliendo de la crisis: véase Alemania y EE.UU. Al final, va a tener que ser el Estado el que aporte temporalmente capital a las cajas, con pago de intereses o a cambio de participaciones en el capital, con la idea de devolverlas; hasta que el capital privado esté dispuesto a desarrollar esa función, dado que de momento no lo está”. El crecimiento experimentado por España solo es comparable al de Irlanda”, aseguro en el 2007, Danny Leipziger, vicepresidente del Banco Mundial. El ladrillo allí y aquí hacia prodigios y hoy sus estragos son descomunales. Ese país ha sido rescatado financieramente por la Unión Europea y en nuestro caso se intenta evitarlo.     

Ahora, sin embargo, los que tiraron la piedra y rompieron el cristal, el principal partido generador del debacle... se presenta como la solución mágica al desastre. No está mal. El crecimiento económico con los Gobiernos del PP (1.996-2004), fue debido básicamente, a que con su desmedida apuesta por el suelo y la vivienda, seguida después por el PSOE, se llegó a que en 12 años se construyeran los pisos que se necesitarían en 20.Y ahora ¿qué? Tenemos hechas las casas que se van a precisar al menos hasta el 2015 y el sector está parado; cuando la construcción inmobiliaria debería ser, uno de los motores fundamentales para superar la crisis general que resistimos.

Si llegan al poder, ¿Cómo piensan remediar los populares esa falta de impulso de la construcción? ¿Caminando socialmente para atrás del todo, por ejemplo, bajando un 20% los salarios para que el país sea competitivo, como destacados economistas y personajes afines a la derecha, como el aragonés Manuel Pizarro, han insinuado? “Para conseguir equilibrar sus posiciones netas externas, España necesitaría devaluar su tipo de cambio real un 20%. Pero el gran reto está en aumentar la productividad laboral”, decía asimismo Guillermo de la Dehesa, el pasado octubre. Y cosa curiosa: nadie cuestiona los beneficios empresariales, la falta de inversión, ni la limitación de créditos de la banca, que son la principales imperfecciones que erosionan la competitividad nacional.

Los sueldos españoles no son una burbuja a reventar, como sueñan en círculos liberales acercando la aguja, porque los salarios medios españoles son de los más bajos de Europa. Bulgaria: 2.862 euros brutos al año. Hungría: 9.899. Portugal:17.179 euros. España: 21.500. La media en la Unión Europea: 27.036. Alemania: 40.914. Holanda: 42.720. Reino Unido: 46.058. España solo figura por encima de cuatro países que no alcanzan 10.000 euros y de Portugal. El salario medio español es un 20% inferior a la media europea. La diferencia con los tres que más cobran es del 34,4%. Para el catedrático Vicenc Navarro: “Las empresas españolas han visto aumentar sus beneficios netos un 73% entre 1.999 y 2.006, más del doble que la media de la UE-15, mientras que los costes laborales solo han aumentado un 3,7%, cinco veces menos que en la UE-15. La exuberancia de los beneficios empresariales en España se basa en gran medida en la moderación salarial”.

Así que bromas ninguna. Influye el que aquí se ha optado excesivamente por un trabajo de baja cualificación y coste; pero ante todo, a que se gana menos dinero a todos los niveles. Sin bastante crecimiento, no se generará suficiente empleo ni se podrá pagar debidamente la deuda soberana. En este sentido, es básico elevar la productividad, pero no a costa  de reducir las condiciones saláriales y laborales; entre otros motivos, porque como ha asegurado, José Maria García de la patronal CREA: “La productividad no depende de las horas que trabajas, sino del capital que dispones”. Productividad o rebaja salarial, dicen los catedráticos del capital.

Por si es poco, el 12 de enero entro Bruselas sin freno en nuestro corazón, con sus opiniones y propuestas fantásticas, propias de un atroz desconocimiento sobre la realidad española y del pensamiento liberal-conservador que domina la Comisión Europea. Así, empieza afirmando: “España es el país de la zona euro que más competitividad ha perdido desde 1.998 y señala que necesita un amplio ajuste de precios y salarios para corregir sus desequilibrios económicos internos”. Y, continua: “Los países con un alto déficit público y una elevada tasa de desempleo, como España, deben revisar sus seguros de paro y flexibilizar sus salarios para fomentar el crecimiento económico y la creación de empleo”.

Proponiendo en concreto para los países periféricos, o sea de nuevo señalando a España: “Que se flexibilicen los salarios y la contratación”. “Que se reduzca la sobreprotección de los trabajadores con contrato permanente”. “Que se introduzca una estricta moderación salarial”. “Que se eliminen las cláusulas de revisión salarial”. “Reforma de los seguros de paro para que incentiven a buscar empleo de forma activa, penalicen a quien no lo haga y eviten una dependencia de los subsidios”. En definitiva, todo un destructivo primer ataque político y económico a nuestro Estado de Bienestar. No se si inspirado por los liberales alemanes, pero quizá sí. Por de pronto, otra mano que nos quiere mecer la cuna y ahogar laboralmente, con el asentimiento, al menos de momento, del comisario socialista español, Joaquín Almunia, dado que no se ha manifestado de contrario. 

Pero, por si no basta con todo lo dicho, viven en el mundo los “látigos de micrófono y  papel”. Sí, existen, lo puedo asegurar. Se les localiza pronto, la mayoría son azules de corazón, ultraliberales de cabeza, de pequeña mente. Se distinguen por ser contrarios acérrimos de los sindicatos, del sindicalismo en sí. Actúan en las cavernas del “cazalla party” y a veces por desconocimiento e ignorancia, pero casi siempre con idea de desprestigiar y herir. Mienten y no rectifican. Se sientes dueños y señores del debate mediático. Reyes y reinas del infundió. Maestros de la confusión. Yo ante ellos tengo un pesar enorme. ¡Que penalidad! Me acuso de ser sindicalista. Que para mayor recargo he sido delegado sindical. Y liberado... y, a mucha honra, para que alucinen más.

Las perlas con las que los látigos nos han obsequiado en las últimas jornadas son de mérito: “Uno de cada tres delegados sindicales esta liberado de sus tareas”; no estaría mal, pero es una falsedad mayúscula. “El que piense que va a ganar 1.500 euros, trabajando ocho horas y con un mes de vacaciones, tendrá que cambiar de idea”. ¡Impresionante! Un azote en el programa de TVE , 59 Segundos: “No es momento de derechos, los sindicatos que digan lo que quieran y ya esta”. Que majo él. Otro, en el mismo espacio, concretamente, Pedro Schwartz: “No al Salario Mínimo, fuera los convenios, y así con una reforma laboral acorde el 20% de los parados trabajaría”. Un nuevo participante: “Son necesarias reformas más potentes, reformas de caballo”. Simpáticos, ¿verdad?

Todo este acoplamiento de recomendaciones devastadoras contra la clase trabajadora española, ha sido culminado con la reciente frase de Mariano Rajoy: “Hacer más, con menos”. Pues mire, no. Ése es un mensaje ruin y de perdedores. Sin embargo, siempre he defendido la idea de: “Con lo mismo más, por medio de la colaboración”. Pero es igual, ya sabemos que la derecha y muchos trabajadores votan al PP aunque el candidato sea una escoba.

                                                                                   Fernando Bolea Rubio

      25.01.11                                                                 Sindicalista

domingo, 16 de enero de 2011

Verdades, recortes y desencanto

Hay que ser coherentes con las ideas y no escupir sobre lo que se ha querido; pero, como dicen los marineros: “A buen puerto no vamos”. Yo diría que además de la ideología o la simpatía, la política es ilusión y entusiasmo. Sueños ahora perdidos en infinidad de votantes y militantes socialistas, por el incomprensible giro a la derecha de Zapatero. Manuel Azaña dijo: “La verdad debe decirse siempre, caiga el que caiga”. Pues bien, en la búsqueda de la verdad de esta crisis es, donde el Gobierno y los progresistas se deberían volver a encontrar, para luchar juntos, superarla, e ilusionar de nuevo a la izquierda con un proyecto político económica y socialmente razonable, dado  que lo que hoy se hace no lo es. 

Así, hay una pregunta fundamental: ¿Cuándo se acabará la crisis?, cuya contestación es una verdad indiscutible: Cuando la banca quiera. En el momento en que los bancos y las cajas concedan los préstamos que les solicitan las empresas viables, para desarrollar su actividad normal. Desde hace dos años y medio no llega el suficiente dinero a los negocios. Este es un país ruin en créditos. El objetivo de las empresas es ganar dinero, pero si no se tiene capital para invertir, ni suficiente liquidez, el fin se malogra, no se recupera la actividad óptima, y socialmente el empleo no fluye ni se estabiliza. Al no correr el dinero, esta es una economía medio moribunda, en cuyo diagnóstico se tendría que coincidir con los sindicatos. Sería un buen paso para ponerle remedio a este estado económico en parte quebrado, dándose una muestra de inteligencia que, por su realismo, generaría confianza inversora y de consumo en la población. 

Pero si el negocio de los bancos es prestar dinero, por qué no lo hacen. Sencillamente, porque sus deudas propias los limitan. Según el catedrático, Santiago Niño Becerra, la deuda española es de un 400% del PIB, siendo los máximos deudores los bancos y las empresas, no el Gobierno ni las familias. ¿Estas cifras deben causar pánico en los impositores bancarios? No, pero la deuda de la banca se ha de descubrir y dar a conocer a la opinión publica con el máximo detalle, para que por fin sea conocida por ésta; valore en su justa medida la losa financiera que impide el desarrollo pleno del país; y, sobre todo, pueda rechazar las sucias soluciones tipo recortes sociales que el Gobierno ofrece como alternativa a este mal, en vez de ir directamente a la cartera de los pícaros, a las cuentas tóxicas, al objeto de que se purifique el sector financiero. Siendo necesaria, como no, una banca publica para impulsar los créditos y ordenar el sector. Ya existía Argentaria, pero 1998 se termino de privatizar.

De donde viene tan descomunal deuda bancaria es fácil de adivinar. Del ladrillo. De los imprudentes y rentables créditos basura facilitados a promotores de viviendas, muchos de ellos utilizados para comprar solares para especular, que ahora por la caída del mercado inmobiliario nadie adquiere para edificar; de modo que, no se pagan bien los créditos, quedan los terrenos en depósito de las entidades financieras, que tampoco los pueden vender y se incrementan sus dificultades económicas al acumular esos valores muertos. La banca se queda con los solares y con los pisos de los morosos, acumulando un activo que cada día que pasa pierde más valor, sin que este deterioro financiero se quiera contabilizar en las cuentas de resultados, debido a que si se hiciera, en algunos casos podría suponer la quiebra de la entidad. Hay un gran problema en la banca, como consecuencia de la especulación y del pinchazo de la burbuja inmobiliaria, que no se ha terminado de solucionar, y que con el paso del tiempo se empeora más.

Debiéndose reconocer que, los mercados financieros, además de especular y hundir la economía mundial,  han prestado también el dinero a los bancos españoles y lo quieren cobrar. De hecho, fueron esos mercados desconocidos los que pincharon la burbuja inmobiliaria española, al cortar los préstamos a las entidades financieras a causa de la crisis global y a la alta deuda ya generada por éstas, paralizando casi totalmente la actividad de ese sector y ocasionando un autentico drama laboral, en virtud de que la construcción ha perdido un millón de empleos en España. Se calcula que 180.800 millones de euros en créditos para la vivienda son problemáticos de poder cobrar. Existen entre 700.000 y 1,1 millones de pisos sin vender.

Sin embargo, que dice de todo esto el Gobernador del Banco de España. Nada. Con girar la llave para doblar más la espalda y rascar el bolsillo de la clase trabajadora se le pasa el tiempo. Lo suyo son los despidos baratos, las pensiones bajas, cubrir a los banqueros desviándoles la atención de la gente con falsas propuestas ajenas a ellos y nada más. En mi opinión, ha llegado el momento de pedir serias explicaciones a este señor. El Gobierno es el primero que lo debería hacer, pero no desde el Ministerio de Economía, porque el liberalismo une y tira mucho; aunque el zapaterismo también se siente feliz en esa línea de pensamiento, o al menos, lo parece.

 Lo cierto es, que políticamente, se oculta la posición real del sector financiero español, sin que la posible bancarización de las cajas y los apoyos del Gobierno, garanticen hasta ahora su solvencia de futuro; evitando así, con total seguridad, la descapitalización bancaria que, si no se remedia mejor, quizá se podría llegar a dar. Ya ha tenido que salir al rescate de España y de otros países, el Banco Central Europeo comprado bonos de forma especial. Eso sí, de todo lo referente a carencias de la banca y de la debilidad crediticia, cautelosamente no habla ni opina públicamente casi nadie. Sólo se hace en privado. Por que será, tanto temor se le tiene. ¿El Gobierno también le teme? Si se rodeara de la población, de los sindicatos, de la izquierda, tendría más protección.“Somos la cuarta región con mayor crecimiento de la séptima potencia mundial. El crecimiento económico durará hasta el 2010”, dijo hace tres años el máximo dirigente empresarial aragonés. Pero por desgracia, tan solo seis meses después, se derrumbó la fantasía de grandeza. Alzada por el ladrillo, España vivía en las nubes y en la irresponsabilidad financiera más absoluta.

 De la cual no hemos aprendido nada. Es decir, seguimos igual. ¿O acaso no es irracional que el precio de la vivienda se mantenga prácticamente idéntico, al que había antes del descalabro del sector; cuando en todo el país tenía que haber bajado un 30- 40% -como ha ocurrido en EE.UU. por el mismo problema que aquí-, y únicamente ha caído una media del 12.8%? ¿Quién va a comprar una casa, si se vende cerca del doble de su valor actual en el mercado? ¿Habrá alguien, que rubrique una hipoteca un 40% superior al valor del inmueble que  adquiere? ¿Por que el Gobierno viene afirmando desde hace dos años que, el coste de las vivienda ya se ha reducido y no bajará más, cuando los analistas no interesados afirman, que la vivienda está supervalorada y se ha de reducir en los términos expuestos aquí? ¿Se hace por defender los beneficios bancarios, en contra de los intereses de los consumidores y del personal que mayoritariamente les ha votado? ¿Quién entiende esto? ¿Se quiere engañar a la gente? Creo que no.


Quiero pensar que se pretende proteger la solvencia bancaria, ante el deterioro que sufre por no vender sus stock de terrenos y viviendas. Con lo cual nunca se van a reactivar las ventas, manteniéndose a perpetuidad una situación ficticia y sumamente gravosa para el repunte de la concesión de préstamos. Los jóvenes seguirán sin poder comprar su piso, los bancos y cajas continuaran con sus pisos nuevos vacíos, el sector permanecerá inactivo y marchito, en espera de un milagro que no se producirá; o de que el Ejecutivo del momento se rinda (con el PP a punto de llegar), y asuma las pérdidas de la banca por esta cuestión, mientras ellos se hinchan de repartir beneficios, siendo los sufridos españoles los que finalmente paguemos la factura..., como igualmente cabe imaginar y podría suceder. El año pasado los ricos en España han ganado un 8.6% más, mientras los pobres tienen congelados sus convenios.

 Haría bien el Gobierno en no confiar tanto en los banqueros, marcando más firmemente el Banco de España -claro está, con un nuevo Gobernador-, la política financiera que verdaderamente necesita la nación. El deterioro y el afán monetarista bancario está llegando a términos insospechados. En algunos casos, las entidades financieras les  roban los compradores a los promotores supervivientes, que es a lo último que se podía llegar. Van estos a solicitar la hipoteca y sólo se las conceden si cambian el piso a comprar por otro del banco, hundiendo a veces la empresa del constructor que se ve obligado a cerrar, como esta semana le ha ocurrido a un pequeño empresario. Esto es vergonzoso. Cuantas barbaridades lucrativas derivadas del ladrillo, se están aún cometiendo. ¿Para que están los responsables políticos de la vivienda, si no dicen ni hacen nada, al menos visible? ¿No hacen o no los dejan hacer? Si es por lo último que se vayan.

Naturalmente, es más fácil escribir que gobernar. Catalina de Rusia decía: “Los filósofos escriben sobre el papel que nunca se queja, pero yo tengo que escribir sobre la piel de la gente que nunca deja de quejarse”. Todos hemos recibido criticas a nuestras gestiones. No obstante, lo más importante es vivir en la verdad, gobernar en la verdad, decir la verdad, para crear bases reales de entendimiento con los demás.

Con todo y volviendo al principio, cabe asegurar que junto a la problemática de la crisis de la construcción, la necesaria reducción del precio de la vivienda es, otra realidad o verdad, de la que sería necesario dialogar para que existiera un consenso social y político a la mayor brevedad. Cándido Méndez entiende que se han confundido las reformas y tiene razón. UGT considera que debe haber una reforma energética, junto con la recuperación del sector financiero y de la actividad empresarial. Ése es el camino a seguir y posiblemente el punto de encuentro con las fuerzas sociales que se anhela.

A mi modo de ver, lo que de verdad enfada de la política de ZP es el pensar que, cuando desde el principio se tendrían que haber tratado estos temas, por ser algunos de los clarísimos cánceres que sufre la economía; han sobrepuesto los recortes de derechos de los trabajadores, de la fallida reforma laboral y de las pensiones como solución. Como una forma de echar algo de comer a los tigres financieros, a cambio de ir paralizando la tormenta de un rescate de España, como ha ocurrido en Grecia e Irlanda. Ya se sabe que la laboral ha abaratado y facilitado el despido; pero no ha creado empleo ni ha reducido la temporalidad. Y, en cuanto a la reforma de las pensiones que pretende el Gobierno, en principio se ha de considerar, como una operación de influencia financiera, para forzar a la juventud (mileurista) a tener que suscribir con la banca un fondo de pensiones, debido a la reducción de las cuantías a percibir y al retraso de 65 a 67 años de la edad de jubilación, cuando la media real se establece en 63.7. Es curioso ver en los periódicos, a los políticos socialistas defender la reforma de las pensiones y, en toda la hoja siguiente, germinar el anuncio de un fantástico fondo de pensiones de un banco o caja. En España solo el 13% de las pensiones son privadas, frente al 60% de media de la OCDE.¿Cuanta hambre de dinero tienen? Que mal se están haciendo las cosas.

Alguien del PSOE puede estar pensando que, por el cambio de política, los votos que se van a perder por la izquierda se ganarán por la derecha. Infausta idea. Acaso que no esperen votos de ningún banquero, porque ellos están en el mundo para vestir otros trajes. Ha de ser girando totalmente la política actual, como se podría llegar a mejorar las encuestas, si el programa político y electoral vuelve a la senda de la racionalidad socialista e ilusiona de nuevo a las bases, a los trabajadores y trabajadoras, a las clases media y baja.

Con los cuadros y militantes basta con poco. Un viejo socialista decía: “Cuando yo me enfado con el partido, le voto pensando en Pablo Iglesias”. Yo por mi parte soy de la vieja escuela socialista, en el sentido de que  si no le voto al PSOE no le  voto a nadie. Que le vamos a hacer, somos así. Sólo una vez no vote, por el enfrentamiento en los ochenta entre Felipe González y Nicolás Redondo. Si hay que elegir entre el padre y la madre, opto por la Unión General de Trabajadores. Eso sí, por abstenerme de votar, nunca ganará el PP. Sólo con pensar en que van a ganar y gobernar al menos durante tres legislaturas, por la situación de indefensión ideológica que, al final por la incapacidad de todos los afiliados vamos a dejar al partido socialista, me produce mucha tristeza. Pero como un medico misionero dijo: “La vida es un minuto. Por eso, hay que parar y oler las flores”. Las de las elecciones de mayo será difícil, porque con el traspiés de José Luis Rodríguez Zapatero no brotará la primavera. 

De todas maneras en situaciones así, es cuando la militancia se tiene que movilizar. Queda más de un año para las generales y a la victoria no se llega hablando de la derrota. Que cada afiliado se preocupe de lo que pasa. La responsabilidad del partido recae en cada uno de sus miembros tanto como en el secretario general. Hace más ruido un árbol cuando cae que un bosque mientras crece. He oído decir, que  para los socialistas hay una familia de sangre y una familia de ideas. Y cuando la familia te llama, se acude siempre.



       9.01.11                                                               Fernando Bolea Rubio
                                                                                  Sindicalista
  

Presidencialismo e ideología superficial

Al formar equipos de dirección, los líderes de verdad se rodean de las personas más competentes y los que no lo son, procuran que nadie les haga sombra para lucir ellos por encima de los demás, como la lucecita del Pardo de triste recuerdo. Esa carencia suprime tajantemente la iniciativa, las opiniones diferentes, así como el poder de decisión individual y colectiva del grupo si se quiere mantener el puesto; dando pie a presidencialismos, o lo que es igual, a la anulación real de la capacidad del órgano dirigente. Produciéndose una contradicción lastimosa. Mientras que en las empresas, se imponen nuevos conceptos de gestión con direcciones que vuelven la pirámide de mando al revés, dando la máxima influencia a la participación de las personas y al trabajo en equipo, naciendo las ideas de abajo arriba, porque se sabe que si el cerebro del director pesa un kilo el de toda la plantilla tantos kilos como trabajadores la componen. En política ocurre lo contrario, no se quieren oír las aportaciones de los afiliados, cuadros, colaboradores y de manera general, repercutiendo negativamente en la gestión y por ende en la población y en las expectativas electorales.

Esta obediencia ciega de ¡Si señor Presidente! ¡Muy bien Presidente! ¡Ya era hora que alguien dijera eso, Presidente! El Presidente es mi amo y señor y yo cumplo su voluntad, es uno de los motivos que ha podido llevar a Zapatero al derrumbe político en que se encuentra. Y hasta diría más, en caso de no volver a presentarse como las circunstancias le obligan, ninguno de los que han sido sus ministros debería ser candidato a sucederle, dado que si como se intuye ninguno de ellos ha tenido la talla política y las agallas necesarias para decirle: no se puede hacer una reforma laboral cuyo único objeto es facilitar y abaratar el despido para que se despida a más gente. Ni tampoco, que no procede reformar el sistema de pensiones en los términos que se hace, con los sindicatos en contra y nuestros votantes en continuas manifestaciones de protesta abarrotando las calles.

¿Nadie en el Gobierno ni el partido se ha atrevido a decirle eso? ¿En que han convertido al PSOE y a la socialdemocracia española? Todo esto es infinitamente serio y habrá que empezar a pedir explicaciones. Todo hace pensar que el partido socialista va a perder las próximas legislativas, dejando el país en manos de una derecha incompetente, irresponsable y gran medida corrupta, de la que los ciudadanos desconfían tanto como de la actual política económica del Gobierno, porque saben que será un azote aún mayor para las clases medias bajas y los trabajadores en particular. Así diré que, aunque yo no me rindo, ni me rendiré nunca a mis oponentes de clase, sí reconozco que a este enjambre del que hay que intentar salir airosos, nos ha llevado la pasividad del partido junto con las  decisiones erróneas gubernamentales, como consecuencia sustancial de la acción personalista presidencial. ¿Habrá capacidad interna para corregir la desviación social e ideológica que reclaman los votantes socialistas? Si no la hay, la derecha gobernará durante muchos años, debido a que si se trata únicamente de realizar la política que los mercados financieros exigen, ¿para que votar socialista? ¿quién lo hará?

Si sorprende como José Luis Zapatero ha podido acumular tanto poder orgánico, si recordamos que fue elegido secretario general del partido, al beneficiarse del movimiento opositor entre las fuerzas internas en el XXXV Congreso Federal que en el año 2000 lo designo. En él, de una parte comparecieron los oficialistas con su vencido candidato José Bono. Y de otra, los vencedores por nueve votos, que resultaron ser un entramado de catalanes, descontentos, trásfugas y principalmente guerristas madrileños, que les dio por apoyar a un candidato sorpresa de León que había declarado ser liberal   -impulsó la corriente Nueva Vía más centrista y a la vez más liberal, alejándose del socialismo clásico-, lo cual fue suficiente para que yo no apostara por él (mi candidata era Matilde Fernández), porque con esa afirmación, dejó de ser para mi un socialdemócrata de verdad y el candidato que la izquierda necesitaba. A partir de ahí, este hombre hasta hizo publicas sus simpatías futbolísticas por el Barcelona, aun sin “hablar catalán en la intimidad” como en mofa se recuerda lo dicho en sentido afirmativo, por el anterior líder de la derecha, José Maria Aznar. Aprobaré el Estatut que propongáis le dijo Zapatero a Pasqual Maragall, pecando de ingenuo e infantil porque por la inviabilidad de la proposición que le hizo, ese ofrecimiento no lo pudo cumplir.   

Sin embargo, sus mentores catalanes se han debido considerar tan artífices del triunfo que obtuvo y por ello con tanto poder sobre él, que hasta incumplieron su política estratégica y el compromiso gubernamental con el líder de CiU, Artur Mas, de que en las elecciones de 2006 formará el Govern a la Generalitat. Hecho el acuerdo en la Moncloa, el Presidente tomó un avión y cuando llegó a su destino, el líder del PSC, José Montilla, ya había formado un tripartito que lo postuló a él mismo como president; quedando Zapatero en desventaja al perder el apoyo de los nacionalistas en el Congreso, y en entredicho como gobernante por quebrantar la palabra dada. Por si esto fuera poco, las diferencias que se generaron entre la Ejecutiva Federal y los guerristas madrileños, sus otros preceptores,  por las primarias para designar la candidatura autonómica del PSOE en 2011, el apoyo de ZP (Zapatero Presidente) a Trinidad Jiménez y el pulso de Tomás Gómez el vencedor, también demuestran que en el entorno que lo subió al poder es donde más desavenencias políticas y partidistas ha tenido, haciendo agua en estos casos la barca del presidencialismo que nos ocupa, aunque no en los dirigentes y cargos en general donde esta por desgracia totalmente arraigado.

La Nueva Vía que orientó su superficial ideología, evocaba la Tercera Vía (Third Way) de Tony Blair (escrita por él en una publicación: “Ese libro al bolsillo. Fernando, no lo saques del bolsillo”, me dijo un colega sindicalista inglés) y también, el Nuevo Centro (Neue Mitte) del canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder; descartando el socialismo más real que representaba el primer ministro francés Lionel Jospin. Pues bien, Tanto Blair como Schröder  han sido un fracaso descomunal para sus partidos y para izquierda en sus respectivos países y, por descontado en la Unión Europea, lo mismo que José Luis Rodríguez Zapatero lo esta siendo y con una magnitud que no cabía imaginar.

Aun con todo se puede decir, que en los primeros cuatro años de su mandato, Rodríguez Zapatero hizo una política asumible desde el punto de vista social, con una mejora estrella nunca imaginada antes en este país, como fue la Ley de la Dependencia que a tantas personas mayores beneficia, como una nueva pata del Estado de Bienestar, junto al derecho a la educación, a la sanidad, al seguro de desempleo, a la jubilación. Sin embargo, el segundo mandato del Presidente es calamitoso y cada día peor, como fielmente reflejan las encuestas de valoración e intención de voto. Me es penoso decirlo, pero he llegado a la conclusión de que este hombre no sabe nada. Ni personal ni políticamente esta preparado para desempeñar el cargo que ocupa. A veces, hasta se cree con mayor derecho que otros compañeros solo por el hecho de ser joven. Triste conclusión amigo. Ser joven, no siempre es ser mejor. Con la imagen de incompetencia que transmite la ministra Leire Pajín, yo preferiría en su lugar a Cristina Narbona. Y, de lo malo, mejor como futuro presidente socialista a Rubalcaba que a Carme Chacón.



23.12.10                                                                                                                       Fernando Bolea Rubio
                                                                                 Sindicalista 

 






Crisis, pymes e industria

Si de verdad se quiere hacer frente a la crisis, hay que empezar por enumerar las desventajas y las ventajas, sabiendo que uno de los inconvenientes es el minimizado tejido empresarial español. Aquí podemos elaborar muchas tesis reformistas y económicas, pero mirando continuamente con un ojo los polígonos industriales y los negocios existentes, para llegar al convencimiento de que la inmensa mayoría de las empresas son pymes. De menos de siete trabajadores. Por lo tanto hay que pensar que, en la medida de lo posible, estas empresas deberían adquirir mayor tamaño, unificándose entre ellas las que puedan y quieran hacerlo, eso si, sin que peligre el puesto de trabajo de nadie; para disponer de mayores posibilidades económicas, de inversión, formación, desarrollo. Si se están uniendo algunas cajas de ahorros para ser mas solventes, también se debería hacer en este segmento de empresas y en otros. Parece pues, necesario, que se haga una reforma general en todo el país que tenga como objeto unificar entre si, pequeñas empresas, para fortalecerlas y fomentar su viabilidad.

Según el Ministerio de Industria, en España existían más de 3,4 millones de pymes en mayo de 2009, lo que representaba el 99,86 por ciento de las empresas existentes en nuestro país. El porcentaje de pymes en relación al total de empresas es mayor en España que la media de la Unión Europea, ocupando un porcentaje superior del total de trabajadores. Un Plan de Agrupación de Pymes (PAP), que tuviera como objetivo que el 10% incrementara su tamaño, significaría que en torno a 350.000 sociedades aumentarían  su solidez y competitividad, repercutiendo en mayor estabilidad laboral tanto como en la mejora de los beneficios. Si sería conveniente que hubiese líneas de crédito especiales para abordar las operaciones, e incluso aportación de ayudas publicas.

Con tantas pymes y tan pocas empresas medianas y grandes, es casi imposible que España alcance los niveles necesarios de productividad, para abrir mayor brecha en los mercados internacionales, compitiendo en producto, calidad y precio. La competitividad no se consigue solo con superior formación como se llega a decir. La buena preparación de las personas, debe ir acompañada de empresas sólidas, riesgo empresarial, inversiones, investigación, relaciones de confianza con los trabajadores, trabajo en equipo, sistemas laborales de participación compensada, gerencias horizontales y, ante todo, colaboración y empeño de grupo en salir adelante, superando los retos cuanto más unidos mejor. Si cuando una empresa seria esta en  dificultades, las personas que la componen deben colaborar para ayudarla a levantarse; lo mismo tendría que suceder en el fin de ampliar la estructura de las pymes, en aras de la capacidad y eficacia que ahora es menester.

Ir hacia una unificación de pymes, es más necesaria aun, si consideramos que en Aragón la mediana empresa ha tenido una tremenda caída en los últimos treinta y tres años. ¿Cuántas empresas quedan de más de 200 personas? Pocas y cada día menos. Si se piensa en todas las que se han cerrado, invade la tristeza. Principalmente, el sector de automoción ha logrado paliar algo esa perdida con nuevos centros, pero con eso no es suficiente pensando en la necesidad de la diversificación industrial. La Comunidad necesita tener con urgencia un mayor entramado de medianas empresas; como una medida más, para robustecer su economía y hacer frente al futuro incierto que se aprecia. En la última década, la trayectoria del ladrillo ha tapado esta carencia, pero ahora, al caer este, se descubre la perdida en toda su intensidad. Uniendo pymes no se logrará totalmente suplir las sociedades medias perdidas, sin embargo se irá en la dirección correcta. Lo ideal es que se implanten empresas nuevas del tamaño que se demanda, por lo que también se ha de seguir peleando en ese sentido, al ser la pieza capital.  

Lo anterior, nos lleva directamente a la tremenda pregunta, ¿Cuántas empresas medianas y grandes quedan con capital español en Aragón? Pocas, ¿verdad? Cuidado con esta desventaja local. ¿Y, que ocurre con la industria, que para salir de la crisis nadie la menciona? La industria no tiene quien la represente. Hace falta sentimiento industrial y llegar a la conclusión, de que es el único sector con capacidad motora para, junto a los demás, levantar el país. La industria es una ventaja segura siempre. ¿Dónde están los ministros que menos valoraban la industria, diciendo que, había que apostar por el sector servicios, dado que en España iba a ser el fundamental. Sin menospreciar a este, ¿el sector servicios nos esta sacando ahora de la crisis? Ni este sector, ni el primario pueden ser la solución esencial, dado el débil estado de la agricultura. Solo queda el sector secundario, la industria, dispuesta siempre a recibir inversiones y capacitación, para cruzar los Pirineos y llegar a las zonas más remotas... si se impulsa con interés, acierto y determinación. Hay que dar una patada industrial a la crisis, demostrando al mundo, la capacidad española de superación. 


25.11.10                                                                             Fernando Bolea Rubio
                                                                     Sindicalista          

       

       

Donde no llega la ley llega el sindicalismo

Siempre he sido de la opinión de que donde no llega la ley llega el sindicalismo. Así ha sido a lo largo de la historia y en parte ha de seguir siendo, para que el movimiento sindical avance y con él las reivindicaciones de los trabajadores y el bienestar laboral. Con esta doctrina tan clara, que en su momento fue revolucionaria, se pretende crear un contexto social y político superior al generalmente inferior regulado por la legislación, para que ésta posteriormente lo asuma y configure dándole carácter legal; a fin, de subir la escalera del progreso, sin pausa y peldaño a peldaño. La lucha sindical contra la dictadura, así como la defensa durante años de los derechos de la mujer trabajadora en la negociación colectiva, ahora más asumidos por el Estado, son ejemplos tangibles de esta afirmación.

Sin embargo, en los últimos años este fenómeno no se produce porque en vez de ir de peor a mejor, debido sobretodo a las continuas reformas laborales se va de mejor a peor, se baja en vez de subir,  sin que el sindicalismo con protestas generales pueda impedir totalmente la caída; toda vez que, con cada reforma, los asalariados no mejoran y los gobiernos y las patronales suelen conseguir algunos de sus principales objetivos. En su momento fue la implantación de los mezquinos “despidos objetivos” por parte del PSOE y después el llamado “despido exprés” del PP que, en indemnizaciones con poca antigüedad y generalmente menores de 6000 euros que es donde se suelen aplicar, resultan enormemente eficaces para una parte e injustos para la otra, al pagar el empleador 45 días y ya está, sin que los afectados tengan posibilidad al menos de defender legalmente sus puestos de trabajo. Y así, lo mismo podría ocurrir con la ultima reforma, porque hasta que el Gobierno no la rectifique como UGT pretende, es ya evidente que con ella oficialmente se ha facilitado y abaratado el despido, entre otros cambios que empeoran la situación laboral que existía, retrocediéndose demasiados escalones, para no atacarla sindicalmente por todos los frentes posibles.

Por eso ahora, sin dejar nunca de aspirar a subir peldaños de prosperidad, a mi modo de ver, el sindicalismo ha de tratar de recuperar posiciones perdidas y de eliminar en la practica a través de la acción sindical general y local de cada empresa y de cada caso concreto, los efectos negativos de la nueva ley. Hace muy mal el Ejecutivo con no atender las solicitudes de los sindicatos, porque quizá no valora bien la fuerza sindical que en realidad tienen. No calibra suficientemente, que además de las facultades confedérales o generales de los mismos, disponen de miles de delegados, secciones sindicales y de comités de empresa, que a modo de guerrillas, atacan la reforma e impedirán en gran medida las peores consecuencias de ella. Para que una reforma laboral tenga éxito, se tiene que pactar con las organizaciones sindicales y empresariales, e incluso por sufrir los peores efectos fundamentalmente con las primeras. Si no se hace, todo lo que unilateralmente se decrete será en gran medida papel mojado. Así que, donde no llegue y proteja la nueva reforma, debe llegar y proteger el sindicalismo que se efectúa, yendo por delante de esa ley no con el animo revolucionario o de cambio político de antaño, pero si como método social para defenderse de la misma, reparar sus efectos y superar el retroceso ocasionado. 

¿Qué esta ocurriendo ahora? Sencillamente, que como consecuencia de haberse trasformado hace poco tiempo (en septiembre)  la reforma laboral en ley, en la actualidad se padece una avalancha de Expedientes de Regulación de Empleo de extinción de contratos, como no se han visto hasta ahora en los tres años de crisis. Los periódicos los reflejan todos los días y en una cantidad similar al desastre laboral que significó la dura crisis de 1993. A los despidos principalmente individuales y de finalización de contratos temporales, se añaden actualmente muchos ERE colectivos y de cierres de empresas, que debilitan de modo preocupante el tejido industrial y empresarial existente. Esto no puede ser. Cada empresa que desaparece es un valor sustancial que pierde la sociedad. Seguramente, no toda la escalada de despidos colectivos han tenido por objeto esperar el final de la tramitación parlamentaria de la reforma laboral, para reducir personal o eliminar plantillas fácilmente y a menor coste. Hay empresas con serios problemas de viabilidad. Pero, aun sin causas justificativas, la táctica de aprovecharse rápidamente de las facilidades que da la nueva ley, a veces para cambiar unos trabajadores por otros de menor coste, tal como los sindicatos denuncian, naturalmente también se contempla.

En todo caso e incluso con la nueva reforma laboral, el despedir más y más barato no les esta saliendo bien del todo a los empresarios que han creído que el sindicalismo estaba vencido y que podrían especular con las indemnizaciones de despido a pagar. No han contado con que los sindicalistas están haciendo muy bien su labor en cada uno de los ERE y despido a despido, para impedir injusticias e incumplimientos legales. El sindicato esta vivo y profundamente activo. Tanto es así, que la teoría sindical comentada de llegar a donde no llega nada más... ya se esta produciendo, tal como se puede demostrar con las siguientes experiencias.

Durante estos días se ha estado  negociando en el Servicio Aragonés de Mediación y Arbitraje (SAMA), el expediente de extinción de 78 trabajadores de la empresa LEAR. Pues bien, los trabajadores han peleado mucho y hasta realizaron ocho días completos de huelga; obteniendo en consecuencia, una indemnización de 60 días por año trabajado, 40 más de los que fija para estos casos la brillante reforma laboral que nos ocupa. Este es un caso extremo, pero por otras actuaciones se sabe que, la cuantía de las indemnizaciones que se van obteniendo -de 38, 40 días, siempre más de 30-, superan ampliamente lo estipulado por la ley como consecuencia de la actividad sindical. Así se debe seguir. Este es otro frente a mi juicio muy valioso, para limpiar de tanto despropósito la reforma laboral. Las guerrillas no ganan las guerras, pero influyen en la victoria.  

Los sindicalistas saben muy bien en que situación se encuentran las empresas que presentan expedientes. Su primera obligación es saberlo, para orientar correctamente la acción ha realizar pensando ante todo en la defensa de los empleos. Siempre he dicho que para ganar un ERE, lo primero debe ser averiguar cual es el verdadero objetivo empresarial para instarlo, aparte de lo que se alegue oficialmente en la documentación que se acompaña. Y, en este sentido, ocurre de todo. Ante lo cual cabe decir, ¿Una empresa con beneficios que se quiere deslocalizar a otra zona o país para ganar aun más, debe pagar la misma indemnización que otra con problemas verdaderos de continuidad? ¿Otra empresa proveedora de una multinacional que ha obtenido durante años sustanciales beneficios, debe pagar la indemnización mínima existente, porque ha perdido el contrato con la firma principal o no le interesa continuar con él? ¿Una sociedad sumamente rentable, por el hecho de no desear el empresario continuar con ella, es justo que se deshaga de los trabajadores y las trabajadoras que han podido ser los artífices de lograr el suntuoso capital que el propietario tiene, con una baja indemnización? ¿En todos los casos se han de recibir 20 días y basta como dice la legislación?

 El mundo de las empresas y del trabajo es tremendamente complejo y no puede estar sujeto a una sola norma férrea de regulación, si se quiere evitar que la conflictividad laboral brote por doquier y hasta de forma descontrolada. Los expedientes es mejor acordarlos. La negociación es clave en ellos y la mejor manera de tramitarlos. Por consiguiente, que las patronales de las empresas elijan esta vía de solución, como mejor opción que la solitaria de tratar de imponer las ventajas que les da la reforma, puesto que socialmente no es justo que se haga así y, además, casi con total seguridad, por la presión sindical les será imposible hacerlo. Verdad es, que las empresas tienen ahora la reforma laboral a la derecha y el sindicato dispuesto a dialogar a la izquierda, de coger una u otra posibilidad dependerá todo. Yo aconsejo tanto por el fondo como por la forma, olvidarse de esta reforma errónea impuesta sin consenso, puesto que como todo el mundo debería saber, referirse a la negociación es el mejor discurso.


21.11.10                                                                              Fernando Bolea Rubio
                                                                                  Sindicalista
                                                                            

Desentono mediático y realidad sindical

Cuando tanto tendrían que callar y hasta pedirles perdón por lo que les hicieron durante la represión franquista, la ultraderecha y la derecha política, económica y mediática  a través de algunos de sus medios llevan un tiempo atacando ferozmente a los sindicatos, en una “ofensiva antisindical” que utiliza a los liberados sindicales o cualquier otro pretexto, como mecha de la hoguera. En  sus periódicos más extremos se ha llegado a pedir la ilegalización de UGT y CCOO, han insinuado que sus líderes deberían estar presos y hasta han comparado a las centrales sindicales con grupos terroristas como las FARC y ETA.

 ¿Esto que es? Que paciencia hay que tener con estos chicos. ¿Acaso piensan que la sociedad no sabe lo que han sido, son y si pudieran serían? Dan pena, la verdad. Gente así, avergüenzan al país. No son personas dignas. Son simples fanáticos interesados, que han iniciado su cruzada con el fin de desprestigiar y disminuir la fuerza e influencia sindical en la política por tres motivos principales. Uno, porque saben muy bien que eliminado el frente sindical, la izquierda se quedaría desvalida y le resultaría imposible ostentar el poder, quedando éste libre para los manejos y atropellos sociales y laborales propios de la derecha. Dos, debido a que va imponiendo el objetivo ultraliberal de acabar con el Estado de Bienestar, cuyos garantes son los sindicatos. Tres, que la clase trabajadora de todas las edades, así como las capas bajas y medias de la sociedad, se queden sin el apoyo sindical y político que lucha por su defensa y emancipación, tanto en los centros de trabajo como en todos los ámbitos de actuación. 

 Todo lo cual lleva a la conclusión, de que en España ya existe y del mismo estilo un movimiento ultra conservador con una doctrina fanática, como promueve recientemente en EEUU el Tea Party y la cadena Fox de TV. “¿Que haríamos sin Fox News? ¡Amamos nuestra Fox News!, dice la intrépida republicana americana Sarah Palin. Aquí, citando a los medios implicados en la trama, los populares que lo deseen pueden exclamar lo mismo. De todas maneras pueden seguir dando vueltas al bombo, que el premio no lo van a obtener. No obstante, construyamos un muro dialéctico de contención adelantándoles de paso por la izquierda, dado que si ellos tienen  medios poderosos, nosotros contamos con la fuerza del trabajo, la palabra y la verdad. Sin olvidar que como consumidores, cambiando de canal o de periódicos se les acabará el negocio y el mensaje manipulador.

No voy a defender la labor sindical, porque si no se defiende sola en algo se estará fallando. Si diré que se deje de intoxicar a la gente contabilizando como liberados (sindicalistas a dedicación plena), a los delegados sindicales sin más. A estos últimos la legislación les autoriza para ejercer su función únicamente de entre 15 horas al mes (para empresas de hasta 100 trabajadores) y 40 (en compañías de más de 750). Sin embargo, ¿pueden atender correctamente 35 delegados de seis sindicatos y diferentes visiones, con 1.400 horas mensuales en total, a una plantilla de más de 7000 personas con tres turnos de trabajo e infinidad de colectivos y problemas, como ocurre por ejemplo en una fábrica de automoción? Como eso no es posible, en los convenios se negocia la mal llamada liberación de algunos de los delegados, partiendo del mínimo de una persona por cada sindicato que supera cierto porcentaje de representatividad, más el presidente y el secretario del Comité de Empresa en el caso de GM España, hasta un número bastante mayor en otras factorías y sectores.  

Pero, siguiendo con las matemáticas. ¿Por qué no se mencionan los miles de personas de los departamentos de personal de las empresas, encargados, jefes y mandos mil, a los que hay que añadir la legión de abogados de los departamentos legales propios y externos, cuya función es defender los intereses de las empresas; en contraposición a los intereses de las trabajadoras y trabajadores. Las empresas sólo son entidades económicas, que el sindicalismo convierte además en sociales, configurándose dos partes: la económica y la social. De la última se encargan los sindicalistas, nadie más, aunque aun sigue habiendo colegas que piensan que lo malo es culpa de los sindicatos y lo bueno debido a la bondad de la dirección. No sé por que ocurre, pero como tendencia natural se quiere creer que la empresa en la que se está es buena y mejor que las demás. En general no se piensa que contratan a los trabajadores porque los necesitan para obtener beneficio de ellos, no por caridad. La actividad de los delegados y de los liberados es primordial.

Para mayor consideración del sindicalismo cabe añadir, que de la huelga general del 29-S, como de las anteriores, se debe extraer la satisfactoria conclusión de que en España existe una cultura sindical de tal magnitud que, cuando los gobiernos recortan los derechos de los trabajadores o son víctimas de sus políticas, los sindicatos salen en su apoyo y con tal convencimiento y firmeza que no dudan en enfrentarse incluso a sus propios partidos gobernantes, aun siendo los sindicalistas en muchos casos afiliados también a los mismos. En el movimiento sindical se sabe, que hacer una huelga general a un Gobierno socialdemócrata como se acaba de hacer, puede facilitar la llegada al Ejecutivo de la derecha cuyo efecto político sin duda sería peor; pero, defender en todo momento a los asalariados es la razón de ser y para eso se está.

Éste es un valor social que no se tiene en todos los países desarrollados y los trabajadores españoles sí, porque pocos sindicatos tienen voluntad y capacidad para convocar huelgas generales: en Alemania no se hacen así, en Francia son sectoriales. Distinción que tiene suma transcendencia y que viene a demostrar que el sindicalismo español es uno de los mejores del mundo, si no el mejor, por sus ideas, dedicación, frescura, objetivos, procedimientos y capacidad de negociación y movilización. Como demostró en 1988 con la huelga del 14-D, al paralizar totalmente el país cuando en ningún sitio se ha hecho una acción de tal tamaño, demostrando en el mundo la capacidad y el alto nivel de nuestro modelo.

En este contexto y como consecuencia de los mortíferos ataques mediáticos al uso, sorprende a algunas personas que el sindicalismo sea ahora tan criticado por otros sujetos de la sociedad. Pues bien, el sindicalismo, sus lideres y sus organizaciones han sido criticados siempre, desde que se acusaba infundadamente al llamado santo laico Pablo Iglesias de lucir un abrigo burgués, hasta la actualidad que se señala a Cándido Méndez como cliente de restaurantes de la misma clase social. A la derecha antigua que es numerosa no le gustan los sindicatos, ni a los empresarios anticuados, ni a los ejecutivos y asesores empresariales torpes. Como ha quedado dicho, el sindicalismo es defensa de intereses de una de las dos partes de la empresa, la de los trabajadores, hecho este que en la otra parte dirigente produce malestar y tensión que no siempre se oculta y se propaga, con animo de anular el prestigio personal de los representantes de los trabajadores. El coste de las mejoras saláriales, sociales y de organización del trabajo que los delegados consiguen para la plantilla, lo pierde el empleador con mala cara. Aunque en realidad no pierde nada sino gana, debido a que si las personas son bien consideradas compensan con su aportación más de lo que reciben.

Siempre he simplificado la función sindical afirmando a los jóvenes, que cuando un sindicalista va por la calle, posiblemente el 50% de la gente que lo conoce se dice así mismo: “Mira, por allí va ese...” En realidad las ofensas no llegan a tanto, a pesar de que hay por la vida tipos insulsos. Es triste que se pueda pensar así, pero a los sindicalistas les importa un comino. Pasan por encima de las opiniones obtusas de mentes sucias y provocadoras. Ellos están muy satisfechos y seguros con la necesidad y honestidad de su labor.

Se llega a pensar que el desprestigio sindical orquestado cala con suma facilidad en una parte de la sociedad, de los empresarios y de los trabajadores, que también se suman demagógicamente a la critica fácil, a veces con una rabia desmedida e incomprensible. Si, es cierto, así es; pero debe ser más o menos el mismo porcentaje de enemigos de siempre, con la  novedad de que en el presente, algunos son más activos al disponer de Internet. De este modo, se hacen más visibles criticando sin medida y con mala fe a los sindicatos al pie de los artículos alusivos  en las ediciones digitales de los periódicos; en algunos casos, con una incultura visible al leer sus textos y amparados en la cobardía de los nombres falsos y el anonimato. Tal como lo hacen, es demencial. Que critiquen, que la crítica es necesaria y conveniente; pero que lo hagan bien, al menos con educación y en sentido constructivo. Así también, el propio sindicalismo se destruye un poco a sí mismo, con las críticas partidistas e inevitables entre los sindicatos como consecuencia de las campañas electorales –para algunos casi permanentes- de las elecciones sindicales.

Ser sindicalista es muy complicado, porque las críticas y las descalificaciones no acaban aquí. Surgen por la copa y por la raíz, ya que para ciertos trabajadores es más fácil criticar al sindicato que a la dirección de la empresa, al delegado sindical que al encargado. Todo, porque las personas no somos perfectas, el ser humano es egoísta y complejo. Y, fundamentalmente, por la falta de cultura sindical porque no en vano se llevan cuarenta años de retraso, por obra y gracia de los mismos oscuros jinetes mediáticos, que de nuevo cabalgan tratando de arrasar la hierba y el bienestar obrero; en esta ocasión, sin el apoyo de espadas y del crucifijo purificador. De lo último, no estoy nada seguro. A veces comparo la diferencia entre el retraso y la estimación sindical en España con otros países, cuando recorriendo unas líneas de montaje en Austria, bastantes trabajadores salieron de las cadenas para saludarnos y darnos las gracias por ser sus representantes.

Modernización


Ahora ha surgido un clamor general en el sentido de que los sindicatos se deben modernizar. Sin embargo, lo mismo que en misa se sigue tocando la campanilla, en el sindicalismo hay principios, resoluciones congresuales y costumbres de funcionamiento que nunca se deben cambiar. ¿Por qué, de que modernización se trata? ¿De que los sindicatos dejen de defender a los trabajadores?, lo cual nunca se hará. ¿De que no hagan huelgas generales ante las injusticias laborales y sociales gubernativas, para no molestar a los Gobiernos de turno, tanto de uno como de otro color y condición? ¿Qué se deje de hacer una acción sindical negociadora pero firme para no molestar a los mercados especulativos y culpables de la actual crisis; ni a su fan number one, el Gobernador del Banco de España? ¿Para que sean dóciles y así facilitar la inversión extranjera, debido a la implantación de salarios miserables y contratos vergonzosos, cuando siempre habrá otras zonas del mundo más precarias donde invertir?  Modernos sí, pero miserias ninguna.

¿Pero, que se quiere en realidad? Yo pienso que el objetivo de muchísimos de los criticos es evidente, que los sindicatos mayoritarios españoles dejen de ser organizaciones de clase, para convertirse en simples sindicatos amarillos carentes de ideología. O mejor dicho, en sindicatos de derechas, en nada, dado que los amarillos eso es lo que son. ¿Sería eso modernizarse? Sería claudicación, no modernización. Nuestros mayores no dejaron la Unión General de Trabajadores a las actuales generaciones, para que ahora la conviertan en una herramienta estúpida carente de ideas y de principios.

El sindicalismo mayoritario español esta tan modernizado como lo pueden estar las empresas donde se ubica. Por lo tanto lo esta más en una gran fábrica sumamente competitiva, que en una pyme de poco tamaño y actividad. Hasta se puede decir que los sindicatos están más modernizados que las empresas donde operan, como en Aragón se puede demostrar empezando por la principal empresa industrial y siguiendo –incluyendo las patronales- por las demás. Que yo sepa, las empresas grandes o pequeñas competitivas de  verdad, no se han quejado o afirmado que los sindicatos no están a la altura de los tiempos o de los cambios que exige la competencia empresarial local e internacional. Y si esto es así, que razón les queda a los comentaristas orientadores para sugerir modernidades sindicales con tanto énfasis, si no conocen lo suficiente lo que es y supone el hecho sindical, e incluso relativizan su análisis simplificando la realidad.

No obstante la mejora sindical ha de ser continua, sin perder la guía y el fundamento. Así diré, que la entrega y aportación personal a la innovación de la organización y del sindicalismo ha de ser permanente y cada día mayor. En el siglo XXI no sirven todas las directrices del XX. La evolución ha de ser constante y en beneficio común. Como ya se hace en España –siendo adalid en el sindicalismo europeo-, pactando  sistemas de participación compensada y de flexibilidad antes inimaginables. Pero, que nadie vaya en mala dirección, porque se perderá en el camino... Y, su caída, hasta la patronal más moderna la aplaudirá.

                                       


                                                                              Fernando Bolea Rubio
                                                               Sindicalista

    10.10.10

Reforma laboral y deterioro político

Por los defectos que contiene y el rechazo que ha generado, se ha de estimar que no se puede hacer una Reforma Laboral sin hacer caso a los sindicatos que son los que mejor conocen el mundo del trabajo, además de representar en las negociaciones a los trabajadores del país. Es una reforma que ha nacido a voluntad del Gobierno y de los diputados socialistas, sin duda con la influencia de sectores liberales del Ministerio de Economía, y me temo, del Banco de España, que han llevado al Presidente del Gobierno a cometer un error de tal magnitud, que si no la rectifica -junto con otros excesos recortistas-, él mismo va a ser su primera victima política, debido a que ha perdido la confianza en los feudos laborales y de los progresistas, lo que le obligará a dejar de ser el candidato electoral en el 2012 si quiere salvar al PSOE de un fuerte retroceso.

La ministra Elena Salgado dice, que la próxima huelga general del 29-S no va a tener efecto y que el texto continuará igual. Pues bien, la primera consecuencia ya la ha tenido con el deterioro político del líder socialista y el texto sin duda se modificará,  porque por sus defectos sociales y empresariales no podrá ser de otra manera. Se ha hecho una reforma atendiendo las demandas de los sectores empresariales, técnicos y universitarios más rancios y desconocedores de la realidad en el interior de las empresas, así como de lo que son las relaciones laborales y los sistemas de trabajo consensuados en las mismas, a fin de mejorar los resultados y las condiciones de trabajo.

 Hay cierto afán de gobernar para el capital, cuando el mismo ya tiene quien le escriba y le gobierne, que por cierto con la decepción de esta reforma tan mal orientada, pronto lo hará y posiblemente por muchos años. En política no se puede olvidar la razón de ser, ni a los afines que te pueden poner y si se sienten defraudados quitar con todas las consecuencias, que en este caso serían muchas, porque un nuevo presidente de la oposición sería aun peor para los trabajadores, el Estado de bienestar y las libertades. No quiero ni imaginar lo que sería Esperanza Aguirre (la Margaret Thatcher ibérica), gobernando España.

Por consiguiente, es tal el deterioro laboral y socialista que se ha producido y las consecuencias políticas y sociales pueden ser tan nefastas y de tanto alcance, que solo cabe una solución razonable: que el Sr. Presidente si lo tiene deje su orgullo personal, el cual no es de mentes socialistas, reflexione pensando en el bien del país, la economía y la sociedad; y en consecuencia, cite a la mayor brevedad posible a los sindicatos para reponer las relaciones que nunca debió romper, tomar un café y empezar a mandar a la papelera desde la mesa del dialogo social, lo que separe y no proceda establecer.

Sin embargo, me parece que el amigo Zapatero va en dirección contraria, al introducir en la opinión publica una carta marcada muy peligrosa políticamente al situar recientemente “Frente a la protesta en la calle, la mayoría del Parlamento que aprobó la Reforma Laboral”. Por favor que alguien le diga que no siga regalando esas flores y que vuelva a la cordura, dejando la ruta del abismo por la del retorno a la racionalidad y el acuerdo,  que los trabajadores y los sindicalistas le tienen el máximo respeto a las instituciones, tanto que en su día fueron los que más lucharon por instaurarlas; y a la vez, están curtidos en mil batallas y este imprudente y desafortunado comentario, tan a la defensiva, les es inocuo. ¿Puede el Parlamento anular el pensamiento de la calle, que él debería recoger? Esas son marañas de perdedor, no coincidentes con las directrices sindicales que siempre son claras, reales y a la ofensiva.

En la reforma se ha hecho todo lo contrario a lo que solicitaban las organizaciones sindicales. En primer lugar, que se limitara la vergonzosa eventualidad existente y el fraude de ley que se daba en la contratación, eliminando los privilegios empresariales de contratar y despedir temporales a su libre albedrío. Corrigiéndose lo que ya ocurría con los despidos objetivos que, para bien ser, se debían limitar las causas económicas y de otra índole que los justificaban, para evitar que siguieran siendo la autopista de salida al desempleo.

¿Qué se ha decretado? Para que se entienda fácilmente diré, que antes los despidos por crisis con veinte días de indemnización (aunque se negociaban más) se daban cuando “contribuyeran a superar una situación económica negativa de la empresa”, entendiéndose por tanto que la firma ya estaba en perdidas. Así todo, la denostada reforma entiende “que concurren causas económicas cuando de los resultados de la empresa se desprenda una situación económica negativa, en casos tales como la existencia de pérdidas actuales o previstas, o la disminución persistente de su nivel de ingresos.”

 ¿Qué significa esto?,  nada más ni nada menos que la creación de la figura del Despido Preventivo tanto individual como colectivo fundado en causas económicas, al calificarse la posibilidad de pérdidas no solo actuales como antes, sino también por unas hipotéticas pérdidas previstas, con lo que podría ocurrir que por si acaso todas las empresas españolas empezarán a despedir a la vez por obra y gracia de la insensatez gubernamental, más ahora justificándose en la crisis general actual. Despidos que serán a un coste empresarial irrisorio de 12 días, al abonar de momento 8 el Fondo de Garantía Salarial, para ser financiados estos últimos por los propios trabajadores dentro de un año, sin incremento de las cotizaciones empresariales, por medio de un Fondo de Capitalización que se creará a tal efecto.

Evidentemente este atropello laboral de las “pérdidas previstas, o la disminución de ingresos” ha de ser eliminado de la ley. No se puede entender como se introdujo esta causa, por mucha necesidad de votos ajenos que el grupo socialista en el Congreso pudiera tener. Esta es una equivocación mayúscula y no cabe justificarla alegando que así se podrán prever y remediar los problemas a tiempo, sacrificando empleos para que otros se puedan salvar, porque eso ya se hace por medio de los Expedientes de Regulación de Empleo. Y, se ha de suprimir, por la picaresca de que “hecha la ley hecha la trampa” y aquí esta máxima popular adquiere vida propia en infinidad de empresas. Si se ha hecho por buenísimo e ignorancia fuera también.

 Se reivindicaba limitar las causas del despido económico-objetivo y la reforma las ha incrementado y de tal forma, que a partir de ahora ningún trabajador fijo va a estar seguro en la empresa por mucha antigüedad que pueda tener. El grado de inestabilidad laboral que se ha creado es tal, que se ha terminado radicalmente con la dualidad entre fijos y eventuales al adquirir de golpe los primeros la condición de inseguridad de los segundos. Ya son todos iguales unidos por lo peor. Hasta ahora las plantillas observaban la situación y la evolución de sus empresas y si entendían que su funcionamiento era correcto, sabían que su puesto de trabajo no corría peligro. Pero con la modificación, al entrar en juego no solo lo actual y tangible si no lo figurado e irreal, contesto este que los trabajadores ya no podrán predecir, el temor de los fijos al despido será constante y similar al de los eventuales, debido a que se podrá producir en cualquier momento y sin existir motivos aparentes.



 Dándose incluso una situación chocante. Cuando en una empresa sin dificultades todo el mundo sabia que su despido le costaría a su empleador 45 días, con la ampliación de esa causa económica prevista, que fácilmente pueden convertir un despido que tendría que ser improcedente, en económico o objetivo con 20; y el abaratamiento de ese tipo de despido al abonar el FOGASA 8 días, ese mismo empresario con 12 que pague tendrá bastante, 33 días menos que antes. Así y siendo tan fácil y barato, a qué ejecutivo o asesor agresivo que de todo tenemos, no le apetecerá despedir a un grupo de personas para probar fortuna y si la operación sale bien, ahorrar costes al contratar después temporales con sueldos basura. En todo caso, no se puede aceptar de ninguna manera la financiación obrera de la cuerda de la horca que sería el Fondo de Capitalización, para que sean los propios empleados los que se paguen parte de sus propios despidos, ni se pueden perder días de indemnización por mucho que se empeñe en su cruzada el liberalismo atacante.

¿Nadie ha pensado que sin estabilidad laboral, no habrá colaboración de los trabajadores en la empresa? ¿Quién va ha participar si la sociedad puede falsear y la ley avalar una crisis de futuro de la noche a la mañana y despedir con calderilla al colaborador? Nadie, por supuesto. La competitividad óptima de las empresas solo se puede conseguir de manera común, uniendo sus sinergias las partes económica y laboral. La empresa tiene que desarrollarse al máximo de sus posibilidades, lo cual requiere la participación o colaboración compensada de los trabajadores en ella, para que su funcionamiento sea técnicamente correcto. Las empresas no son como en el pasado ni en parte como la legislación laboral establece, ahora se habla en ellas de Calidad, Mejora Continua, Trabajo en Equipo, por medio de la implantación de un sistema gerencial y laboral de consideración y colaboración mutua.

Para bien ser, la empresa debe ser competitiva en base a la estabilidad empresarial y laboral, generando  empleo fijo, garantía de futuro, con formación y en formación continua, con motivación salarial para que los trabajadores estén dispuestos a la colaboración. Pedir la participación de los trabajadores, para luego despedirlos sin motivo seria una ingratitud. Como compensación a los trabajadores por su colaboración –que es voluntaria dado que la legislación laboral no la exige ni puede hacerlo- la estabilidad es la primera reivindicación. Así se avanza, con la reforma se retrocede.

La principal justificación del Gobierno para facilitar y abaratar el despido es, que el 75% de los mismos eran por  causas económicas, pero por impedimentos de la legislación, se trataban en realidad como improcedentes, por el llamado sistema exprés e indemnización de 45 días en vez de 20. No se ni me preocupa como han hecho esta estadística, pero en mi opinión no hay  falacia mayor. Que se haga una encuesta en las colas de las oficinas de desempleo y se sabrá la verdad. Posiblemente, cuantificarán únicamente los pocos despidos que llegan a los Tribunales de lo Social y los que se dan cuando existe muy poca antigüedad.

Pero lo cierto es, que los despidos por crisis de verdad  –que  son objetivos y no improcedentes- se convalidan por ejemplo en el Servicio de Mediación aragonés con una media  de 32 días, la mitad entre los 20 y 45 establecidos. En todo caso, si alguien no utilizaba las posibilidades de la anterior ley, sería por torpeza, porque los motivos eran otros, o por un fraude sumo en la contratación que impedía hacer otra cosa, no porque esta obstruyera la posibilidad real de los despidos de 20 días, porque ese es un comentario jurídicamente insostenible e infantil. Por lo cual, era innecesario y totalmente descabellado liberalizar más la legislación como se ha hecho.


De la reforma la Unión General de Trabajadores declara: “Nos aleja del cambio de patrón de crecimiento”. “No sirve para crear empleo”. “No va a reducir la dualidad en el mercado de trabajo”. “Ha abaratado y facilitado el despido”. “Privatiza el desempleo”. “Abre la vía de la contratación de las empresas de trabajo temporal en sectores de riesgo”. “Rompe la negociación colectiva y aumenta el poder de dirección empresarial para modificar las condiciones de trabajo y para descolgarse de los incrementos saláriales pactados en los convenios colectivos sectoriales”. Cada una de estas siete perlas dan motivos por si mismas para hacer una protesta. Empecemos por la primera y si no es suficiente, deberá continuar el pulso social con ZP y sus liberales, las patronales y la derecha, porque después de la huelga del 29-S, si el Gobierno no rectifica, seguramente, al día siguiente, se cantará con más fuerza en las calles: “La solución... más movilización”, que es lo que habría que hacer.

Pero lo que irrita sobremanera es, que no se tiene en consideración a los trabajadores. Es decir, hasta a los propios hijos y chavales que también lo son o lo serán, porque que nadie se equivoque, el que depende de un salario privado o publico es asalariado y como tal hipotética victima de estas negativas medidas. Ante lo que cabe pensar ¿La generación actual de jóvenes trabajadores, junto a los mayores, será capaz de hacer frente en la calle a esta injusticia laboral que se acaba de implantar,  como en otras épocas hicieron otras por parecidos motivos? Si no lo hace, significará para el movimiento sindical una generación perdida, una generación conformista sin vigor que  pagará las consecuencias a lo largo de su vida. Que no den motivos a sus propios descendientes para que algún día los puedan avergonzar. Así de claro, compañeras y compañeros. Hay que pisar el charco. No vale con mirar y criticar. Bienvenidos a la lucha.


 20.09.10                                                                                            Fernando Bolea